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Relatos visuales y otras cositas

Recuerdos de los fandangos de Luz de Noche

La Manta y La Raya # 16                                                      marzo  2024 ________________________________________________________________________

Recuerdos de los fandangos de Luz de Noche. 2024

 

Francisco García Ranz

Sin duda los fandangos que se celebran en el foro cultural Luz de Noche las tres noches grandes de las Fiestas de La Candelaria en Tlacotalpan, Veracruz,  tienen características singulares. Fandangos a los que se acercan todavía Arcadio Baxin, Bonifacio Temich de Los Tuxtlas o Guadalupe Cárdenas de El Blanco de Nopalapan. 

Vale la pena recordar que los fandangos o huapangos de las Fiestas de La Candelaria han cambiado constantemente de lugar en los últimos 40 años. Varios ejemplos memorables me vienen a la mente. Empezando por los primeros fandangos en rebeldía en busca de un espacio en el pueblo. Recuerdo el año de 1983 cuando con Gilberto Gutiérrez desmontamos en la noche las tablas y triplays –a trancazos– de un templete recién instalado en el Parque Hidalgo para hacer una tarima. Otro fue aquel fandango, hacia finales de los años 1980, que terminamos debajo del arco (vestíbulo) del Palacio Municipal pues llovía a cántaros esa noche. No fue sino hasta la madrugada, resistiendo contra viento y marea, que sentimos clarito cuando bajó el chaneque. Así también aquel fandango en el kiosco de Tlacotalpan (años 1990) en donde nos sorprendieron las primeras luces de la mañana después de darle las mañanitas a la Virgen de La Candelaria. No puedo dejar de mencionar el año de 1999 y aquellos tres huapangos simultáneos, uno en cada esquina de la Plaza Doña Marta, en donde muchos nos amanecimos. Muy sentidos y nostálgicos fueron estos (posiblemente ya presentíamos el fin de una era). Por cierto, salvo en una memorable ocasión que pocos presenciamos, en los fandangos recientes en Tlacotalpan el orden municipal, en particular la policía, ha lucido por su ausencia; no se acercan. 

Cuarenta años después la agenda cultural jarocha de las Fiestas de Tlacotalpan es inmensa y asombrosa. Hoy en día se llevan a cabo múltiples foros en donde se impulsa y privilegia al son jarocho tradicional, sus variantes y derivaciones actuales. En los últimos años la práctica fandanguera propiamente se ha concentrado notoriamente en dos lugares: casa de Julio Corro, inicialmente con la propuesta “fandangos temáticos”, desde 2018,  proyecto que ha crecido enormemente y que ha derivado en el centro cultural El Retiro (La casa del son y el fandango); y el foro cultural Luz de Noche. En ambos casos se trata de espacios suficientemente alejados de la ruidosa zona centro del pueblo, en donde se celebran las fiestas en grande; una especie de carnaval.

Luz de Noche se ha consolidado como un bastión fandanguero desde 2005, en donde en medio de la calle, enfrente del pórtico de la casa que ocupa este foro cultural, se colocan todas las noches las tarimas y bancas que amanecerán con el fandango los tres días de fiestas. Sí, en medio de la calle de la calle Juan Enríquez, en un espacio arquitectónico tlacotalpeño bellísimo y bien conservado. La presencia de músicos experimentados como Camerino, Wendy y Tacho Utrera, a los que se suman Humberto Victorio Comi o Joel Cruz Castellanos entre otros, son quienes apuntalan la música, llevan el fandango por varias horas y continúan certificando la calidad de los sones de tarima que se interpretan en los fandangos de Luz de Noche desde hace varios años. Los zapateados son variados y entre tantos se puede distinguir aquellos fuertes y marcados de la gente de los ranchos. Ahora, cerca de la mitad de lxs músicxs y cantadorxs son mujeres. 

Adentro del “gran mesón” en el que se convierte la magnífica casa ubicada en la esquina de Juan Enríquez y Allende –una joya de la arquitectura vernácula tlacotalpeña en donde se tiene acceso a sillas, mesas, baños y servicio de cafetería hasta tarde–, los sones jarochos, a no más de 25 pasos del fandango que se celebra en la calle, continuan en un ambiente relajado e inclusive bohemio. Una oportunidad única para ver reunidos a tantos músicos, conocidos, celebridades, etc. Más fifí posiblemente –desde luego más del gusto de los Sultanes–, pero también un lugar fundamental para sentarse a platicar con los amigos y de vez en cuando comer algo, beber un café y tomar un respiro.

En los recientes fandangos 2024 me encontré con algunos, pocos en realidad, músicos de la vieja guardia, poca variedad de sones de tarima, muchos jovenes músicos (hay talento) y muchas caritas nuevas. Dentro del foro artístico de Luz Noche, previo a los fandangos, se presentaron varios grupos jovenes sobresalientes y en ascenso como La Surada y Son  de Chagane; buenxs fandanguerxs también. Me llamó la atención la delegación de chicas chilenas que bailaron, cantaron y tocaron en los tres fandangos hasta amanecerse. 

Y todo esto, entre tantas otras anécdotas, me hace sospechar que no pocas cosas han cambiado desde los tiempos aquellos en que los gitanos cruzaban el río en la panga de Buenavista de la familia Malpica, para llegar a Tlacotalpan a pasar la temporada.

Francisco García Ranz 

 

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Tejiendo luz en la Huasteca

La Manta y La Raya # 15                                                      septiembre  2023 ________________________________________________________________________

Tejiendo luz en la Huasteca

 

Carlos Arturo Hernández Dávila

Tan descomunal como maravillosa, la Huasteca y sus diversas regiones interiores exigen a todos aquellos que pretendan describirla, sean consientes de su limitada capacidad para lograrlo. A los fecundos ríos que la surcan se han sumado ríos de tintas e imágenes que ayudan al mundo a reconocer parte de lo que este vasto territorio encierra. 

Multicultural, plurilingüe, étnica y religiosamente diversa, con un patrimonio biocultural sobresaliente, la Huasteca no ha permanecido indiferente a conquistadores misioneros, viajeros, exploradores, gambusinos, y sin fin de profesionales de casi todas las ciencias penosa e inútilmente divididas aún en “sociales” o “naturales”, que son atraídos a sus más insólitos rincones. Estas miradas ajenas, si bien aún se consideran necesarias, afortunadamente ya no son las únicas: resulta refrescante comprobar que existen antropólogos, historiadores nacidos en rancherías o cabeceras municipales y formados en las universidades estatales, muchos ya con posgrados cursados lo mismo en la ENAH, la UNAM, el CIESAS que en universidades de Francia o estados Unidos. Así, si antes las investigaciones etnohistóricas sobre las comunidades otomíes, tepehuas, nahuas, teenek, ya sea que versaran sobre la conquista, la reconfiguración del territorio, la evengalización, o sobre las luchas por el territorio, los estudios sobre la diversidad lingüística o acerca del patrimonio musical o textil estaban comandadas por los expertos venidos de fuera, al día de hoy una legión de jóvenes investigadores e investigadoras está revolucionando la mirada y el debate sobre esta región del México profundo. 

Pero también llama la atención que a estos jóvenes profesores e investigadores, se les suman otros jóvenes quienes, ajenos al mundo académico, mantienen vivos los saberes ceremoniales, asumiendo las complejas tareas de especialistas rituales, y que se han convertido en expertos recortadores de papel, músicos, tejedores y promotores culturales. 

He caminado la Huasteca desde mi adolescencia, pero desde el 2020, en plena pandemia y cuando emprendí un proyecto sobre máscaras y otros objetos rituales, mis viajes han sido más entrañables. Desde ese año mi interés profesional se centra en hacer fotografía hasta donde sea posible y pertinente. Fue así que, con la cámara entre las manos, puedo decir que disfruté estar en el taller del mascarero Juan Hernández, en Atlapexco, y de Fredy Hernández en Humotitla, ambos en Hidalgo. Me deleito en recordar haberme sumergido en ríos de diáfanas aguas, para luego peregrinar para escuchar el canto y las profecías de la sirena (en otomí llamada xumpho dehe), allá en el paraje semiselvático de La Joya, entre tucanes y loros. Suspiro al recordar que he presentado mis respetos al diablo-compadre o zithū, en el carnaval de Cruz Blanca, o a Santa Rosa en Ojital Cuayo. Y sé muy bien que algunas veces recuperé fuerzas contemplando los irrecuperables luces del atardecer en Tamiahua. Me veo claramente viajando mientras escuchaba al grupo Tlacuatzin, o en silencio y con los oídos aún llenos del deleitoso paisaje sonoro de los sones de costumbre. En estos años me ha envuelto la niebla en Pahuatlán, luego de visitar a don Alfonso Margarito García Téllez en San Pablito, o a la tejedora Irma Hernández en Zoyatla, pero también mi cuerpo ha experimentado el trepidante calor de Xochitlán, al lado del genial Genaro T. Sánchez, siempre enmascarado en las fiestas del apóstol San Bartolomé. 

Yo deseaba registrar en fotografía la vida ritual en la Huasteca, pero la Vida, con mayúscula, me concedió más cosas, y ahora ese hermoso trozo del país se me revela como un complejo, enredado y tenaz textil que se urde y trama en mi memoria, en la que habitan muchos nombres de amores que me reconfiguran la existencia. 

Cada quien hablará de la Huasteca como le haya ido en ella. A mi, por lo que leo, me fue muy bien.

 

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Carola Blasche

La Manta y La Raya # 14                                                              marzo  2023 ________________________________________________________________________

Carola Blasche

Una retrospectiva

 

Carola, una mirada breve pero emotiva.

Qué decir de ti, mujer recia, linda, terca, respetuosa, reservada, estudiosa, crítica, muy alemana para muchas cosas, mexicana para algunas otras, sensible, ocurrente, buena conversadora con la que se podía platicar casi de cualquier tema, cariñosa, buena amiga con una particular y especial sensibilidad y mirada para hacer fotografías que transmiten tanto, fotografías que aquí quedan, que son tu legado junto con la huella que dejas en cada uno de los que tuvimos el gusto de conocerte. Aquí sigues, aquí seguirás. 

La amistad comenzó de lejos, después de aquel concierto en el jardín botánico, poco a poco aparecieron pláticas de infancia, de tierras lejanas y de otros tiempos, algunas visitas y paseos, el descubrimiento de muchos aspectos en común a pesar de las diferencias, anécdotas, risas, a veces lágrimas, experiencias compartidas, muchas conversaciones. En esta amistad breve pero emotiva es tanto lo que quedó pendiente. Gracias Carola por esta mirada del mundo desde otro ángulo.

Mónica Aburto

 

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Manuel Polgar Salcedo

La Manta y La Raya # 13                                                        septiembre 2022 ________________________________________________________________________

Manuel Polgar Salcedo

Un portafolio fotográfico

 

 

Desde las playas del puerto a los pueblos de río arriba.

 

Fernando Guadarrama Olivera

El amor de Manuel Polgar Salcedo por Veracruz no es casual, lo trae en los huesos. Nacido y crecido en la capital del país y arqueólogo de la ENAH de formación, se topó con el fandango veracruzano  en 1998, cuando fue subdirector del Centro Comunitario Culhuacán, en donde conoció a Los Parientes de Playa Vicente, quienes organizaban allí, por aquellos años, unos concurridos festivales de son jarocho. Desde ese momento Manolo se ligó a la fiesta fandanguera para siempre. Pero Veracruz ya estaba presente en su historia familiar desde mucho antes, pues el viejo puerto fue para su abuelo paterno, el socialista exiliado español Ovidio Salcedo, el lugar en donde “recuperó su dignidad de hombre libre”. Fue allí donde don Ovidio volvió a nacer, el día que desembarcó del vapor Quanza, procedente de Casa Blanca, Marruecos, y pisó por primera vez la tierra de la antigua Chalchihuecan, en el año de 1941. La historia de su abuelo y su gratitud eterna con Veracruz le marcaron a Polgar Salcedo los rumbos de la vida, y su gusto por el son jarocho y la música porteña de origen cubano lo acabaron de convertir en veracruzano por decisión propia.

A partir del año 2000, Manuel visita muchas veces Veracruz, llevado por su amistad y relación cada vez mas fuerte con los jaraneros y fandangueros de los pueblos de tierra adentro, principalmente del municipio de Playa Vicente, y de los pueblos vecinos de la ribera del río Tesechoacán,  afluente del gran Papaloapan.  Allí conoce a Arturo Barradas y a su familia, pilares del renacimiento del son y el fandango jarocho, en esa región veracruzana que hace frontera con Oaxaca. Y es con Arturo y su gente que Manolo se integra y ayuda en la realización del primer festival de son jarocho en Playa Vicente, efectuado en julio del año 2004, que nace como un homenaje a los viejos soneros de la región. Este evento se convirtió después en el Festival del Tesechoacán, el cual lleva ya diez y siete años celebrándose en esta localidad de manera continuada, suspendiéndose solamente durante los dos recientes años de la pandemia del coronavirus. Y es también con la familia Barradas que gestiona y produce el documental Soneros del Tesechoacán. Sonidos del río (La Maroma producciones), en el año de 2007. 

Pero Playa Vicente no ha sido su único lugar de trabajo, también el pueblo de La Antigua, muy cerca del puerto, en donde estuvo a cargo de la Casa de la Cultura entre 2014 y 2015.

Su fascinación por Los Tuxtlas y su curiosidad de arqueólogo lo han llevado también frecuentemente de visita por los rumbos de Piedra Labrada, en la Sierra de Santa Marta, adonde colabora en proyectos con su amigo de muchos años el Antrop.  Alberto Córdoba.

Manuel se muda al puerto de Veracruz definitivamente en el año 2008, y en 2010 funda allí un restaurant – espacio cultural llamado “La República”, en honor a su abuelo Ovidio, el cual estuvo abierto solo dos años. Ubicado en la famosa Plaza de la Campana, en pleno centro histórico, este lugar se convirtió durante ese corto tiempo en refugio y foro de los grupos de son jarocho y son montuno del puerto de Veracruz y sus alrededores.

La cámara fotográfica y el gusto por la fotografía antropológica le llegan a partir de los cursos recibidos en la ENAH durante sus años de estudio. Desde entonces la cámara se convirtió en su compañera de viaje, y con ella ha ido registrando todo su periplo por Veracruz, desde las playas del puerto a los pueblos de río arriba.

La selección de imágenes que hoy nos entrega Manuel Polgar es solo una pequeña muestra del enorme acervo fotográfico que ha ido acumulando durante todos estos años en sus andanzas por el puerto y el Sotavento. Fotos llenas de paisaje, desde las laderas de Piedra Labrada en la Sierra de Santa Martha, hasta los maizales de las tierras bajas de Playa Vicente. Desde el Cerro de las Mesas en Tlalixcoyan hasta los potreros de las riberas del río Blanco. Desde los amaneceres en el Río La Antigua hasta los atardeceres nublados sobre la Isla de Sacrificios, pasando por las hermosas imágenes del moderno puerto mercante de Veracruz.

Mención especial merecen las imágenes de las viejas casonas abandonadas del centro histórico de Veracruz, que son hoy solo las ruinas de lo que fuera la antigua ciudad amurallada, y las fotos de los infaltables barcos de pescadores atracados en el muelle.

Fotos llenas de personajes también, anónimos la mayoría, como el vendedor de ropa, el de algodones y el masajista y su cliente en las playas del puerto. Y qué decir del dueto musical tocando para la familia sobre la arena, o del hombre lanzando sus redes al mar bajo la luna, o de la tradicional cascarita de futbol playero y los emocionantes duelos beisboleros en Villa del Mar, o el infaltable buzo improvisado que saca monedas en el mar del Malecón porteño.

Y finalmente los personajes conocidos que fueron apareciendo en los viajes, como la del jaranero playavicentino José María Álvarez “El Pariente”. O las de Doña Hermelinda y Don Benito, popolucas de Piedra Labrada. Ella cargando una vieja hacha de jade olmeca, y él mirando al cielo durante la ofrenda y el pedimento a Chane, dios de la selva y de los animales, o con una hermosa mazorca de maíz entre las manos. 

Imágenes todas capturadas por el lente emocionado de alguien que en cada foto nos deja una muestra de su profundo amor por Veracruz: nuestro querido amigo Manuel Polgar Salcedo.

 

 

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Moisés Fuentes // RETROSPECTIVA

La Manta y La Raya # 12                                                             marzo 2021 ________________________________________________________________________

Moisés Fuentes Chagala

Una primera RETROSPECTIVA

 

“Mujeres del río”, Moisés Fuentes Chagala, ene 2017.

 

La obra fotográfica que deja Moisés Fuentes Chagala, ante su prematura y sorpresiva partida, es singular y sobresaliente. Conformada en pocos años de trabajo y continuo aprendizaje, Moisés nos presenta diferentes facetas de sus inquietudes e incesante busqueda, capturando imágenes de los diferentes mundos y realidades que conocía (y continuaba explorando) en su andar, principalmente por el Sur de Veracruz y en particular por su querido Chacalapa, municipio de Chinameca. En 2017 se publico el libro Chacalapa de los grandes de Moisés, una colección notable de fotografías que dan fe y hacen tributo a la vieja guardia de bailadoras y músicos de huapango de la comunidad de Chacalapa, lugar de donde proviene su familia.  

La retrospectiva que presentamos aquí en nuestra revista está basada en las fotos que Moisés publicó en su cuenta de Facebook a partir de 2015; las últimas fotos publicadas por Moisés son de finales de 2021. 

Esta retrospectiva (y esperamos que haya otras), reunida para Las Perlas del Cristal da fe del notable trabajo fotógráfico y el valioso legado que Moisés Fuentes Chagala deja, y con quién sin duda quedamos en deuda. 

Los Editores

 

El fotógrafo Moisés Fuentes

Ricardo Perry Guillén

Hace ya muchos años dediqué tres años de mi vida a registrar en cámara de video nuestro andar cultural con el grupo Chuchumbé, el nacimiento de Los Cojolites, las visitas que los fines de semana hacíamos a las comunidades; materiales hoy indispensables para entender el pasado reciente del son jarocho -aunque no tenía ese propósito en esos días, sino usar una cámara que ocasionalmente llegó a mis manos. Entonces grabé todo lo que hacía durante ese tiempo, como tres años, hasta decidir que no podía seguir mirando todo a través de la cámara, pues esta era una realidad un tanto distinta, estaba sujeta a otros designios, no podía seguir existiendo sin existir. 

Esto lo recuerdo pensando en la fotografía de Moisés Fuentes, pues como ente que atrapa y narra un instante, te sitúa en otro esquema de la realidad, te coloca fuera para mirar y sentir de nueva cuenta el instante que sucede, la sonrisa, la intensidad del asombro, la pasividad de la existencia sencilla, las manos alrededor de la jarana, la seriedad del jaranero; de aquellos que ya han regado por largos años la semillas de nuestra música en tantos surcos, tantos anocheceres, un rosto coronado con el sombrero en el día y en la noche, una lancha que surca un río de los recuerdos, los niños seres de la alegría, la sonrisa de los amigos que se encuentran en los fandangos.

Moisés es músico jaranero, tiene a su cargo el grupo JarochoBarrio integrado por sus primos la mayoría, integrantes de una familia que ha dado mucho al son jarocho y, por lo mismo, su andar en los fandangos no es el del fotógrafo que capta lo que va descubriendo en ese instante, sino que su foto también tiene el conocimiento de causa, de saber qué puede dejar en la memoria visual de todos los tiempos: la imagen del aquel viejo jaranero, ese versador, esos portadores de nuestra cultura milenaria, esos viejos músicos de la comunidad, leoneros, guitarreros, que se van yendo físicamente pero que van viviendo en todos nosotros. Captar ese instante, el momento preciso que nos da esa majestuosidad de la existencia, la mirada de regreso que sientes en tu interior y te llena de sentimientos diversos, la nostalgia de la vida que va pasando y se va llevando poco a poco a esos viejos portadores de nuestra cultura, la alegría del fandango, de vivir intensamente la existencia sobre la tarima, las expresiones amorosas de los jóvenes que encuentran en las expresiones de la cultura de los pueblos, el aliciente del vivir.

Moisés nació en Chinameca, Veracruz, y es parte de una familia que tiene raíces profundas en el son jarocho del sur del estado. Su familia viene de Chacalapa, una comunidad de ese municipio, muy particular en el conglomerado actual que forman los pueblos del sur del estado: indígenas nahuas y popolucas, además de las ciudades que nacieron a la par del desarrollo de la industria del petróleo. Es singular porque Chacalapa es tierra afromestiza, gente morena herencia de los esclavos negros de las haciendas en los llanos veracruzanos. La influencia hacia el son jarocho se nota en la Leona o guitarra grande, un enorme instrumento hecho de una pieza de cedro y que da los tonos bajos en los fandangos. Se nota también por el zapateo que se escucha imponente sobre estos tambores-tarimas, con un ritmo fuerte y acompasado que caracteriza a los Chacalapeños. Es éste el pueblo del sur de Veracruz en donde la fiesta de la mayordomía dedicada a San Juan adquiere una connotación plena, y en donde el fandango alcanza dimensiones insospechadas. Es como el centro, el eje, el ejemplo de las fiestas comunitarias donde el son jarocho es sumamente importante. 

Cocineros y cocineras, leñadores, un sinfín de personas que son ayudantes de la fiesta, personajes en el pueblo van siendo fotografiados por Moisés, la bailadora, el viejo jaranero, el cantador impetuoso, niños zapateadores, los mayordomos, la procesión acompañada de los jaraneros por las calles del pequeño pueblo, la entrega de la mayordomía -que se mantiene en incógnito hasta cuando se llega a la casa del próximo responsable de la fiesta religiosa, familia a la que se le baila al son de la jarana y se le entrega una bandera que, en lugar del águila, lleva en el centro al santo patrono. Todo este ritual va quedando impreso por la cámara que encuentra los momentos indescriptibles que, al verlos en la fotografía, nos llevan a inundar nuestro interior de esos sentimientos que cada mirada, cada paso, cada jaranear va provocando. Y un dato interesante es que he visto al compañero entregar a cada persona captada una fotografía ya lista para tenerla en sus paredes, en el sentido de regresar a la comunidad lo que ella nos otorga.

Moisés es un joven músico tradicional, acaba de terminar la carrera de ingeniero y hace algunos años vimos cómo empezó a tomar la cámara con cariño y responsabilidad. Ha sido fiel discípulo del fotógrafo chiapaneco Jesús Hernández, quien ha sido su maestro y como amigo ha guiado su pasión por la fotografía. Da gusto ver cómo el trabajo de Moisés Fuentes se ha desarrollado y que sea hoy una lente necesaria enmarcada en el contexto de las culturas de nuestros pueblos.

 

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Del campo son. Un breve acercamiento

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Del campo son                                       Un breve acercamiento

Presentamos aquí una muestra del libro de fotografías e historias que lleva por título Del campo son. Historias de músicos del municipio de San Andrés Tuxtla, Vol 1, en el que se reúnen crónicas e imágenes de diez músicos campesinos de esta región de Los Tuxtlas. Ellos son: Félix Baxin Escribano, Bonifacio Temich Chibamba, Luciano Temich Xolo, Panuncio Catemaxca Memechi, Arcadio Baxin Escribano, Gumercindo Linares Hernández, Candelario Cota Toto, Sabino Toto Ceba, Lucio Canela Hernández y Pascual Toga Silverio. 

Un proyecto notable con la participación de varios entrevistadores: Julián Alarcón Coss, Alddo Vázquez Flores y Blanca Rosa Moreno Dominguez, así como un buen número de transcriptores. La edición del libro de excelente calidad estuvo a cargo de Elisa T. Hernández y Rocío Martínez Díaz. No solo toda la fotografía, también el diseño y las ilustraciones del mismo estuvieron a cargo de Natse Rojas Zárate. 

Se presenta en Las Perlas del Cristal una selección de imágenes de Natse y algunos testimonios de tres de estos músicos: Pascual Toga Silverio, Lucio Canela Hernández y Candelario Cota Toto. Incluimos la nota editorial que Elisa T. Hernández hace de este magnifico trabajo, que representa de facto un legado para la memoria de la cultura regional y también, como Elisa propone: un material para posteriores estudios del tema o para el análisis de estas historias con otra mirada.

 

Del campo son.                                                                                                              Historias de músicos del municipio de                                                                             San Andrés Tuxtla. Vol I. 

Nota editorial

Este material colecta vivencias humanas extraídas de la memoria de músicos campesinos de la región de los Tuxtlas en Veracruz, testigos de primer orden de la historia de su comunidad. Por distintos factores, como el desinterés o la falta de recursos, no se había hecho este acopio y dada la avanzada edad de los entrevistados nos era apremiante registrar su historia oral llena de saberes.

Para estas crónicas no queríamos una transcripción literal de las entrevistas hechas, que sabemos tienen valor incalculable de carácter antropológico e histórico, sino que queríamos generar relatos que se disfrutaran como quien lee un cuento de abuelos; en ese sentido hay subjetividad en los textos finales. Pero les notificamos que preservamos íntegramente el material original para posteriores estudios del tema o para el análisis de estas historias con otra mirada. Esta es la nuestra.

Las entrevistas y las fotografías se lograron gracias a la amistad y el fuerte lazo que la música generó. El siguiente paso complejo, en el que intervinieron muchas personas, fue generar las transcripciones de los audios. Aunque se intentó que fueran fieles y literales a las grabaciones, la falta de experiencia, la diversidad de criterios para plasmar los textos y lo inaudible o embrollado de las voces —en unos casos— generó toda una gama de escritos primigenios que había que uniformar para darles un sentido más literario que literal en beneficio del lector final. Así que para generar las crónicas lo primero que hicimos fue prescindir de las preguntas, entonces dejamos las respuestas y las completamos con los sujetos o hechos a los que aludía el entrevistador, tratando de conservar la originalidad y la autenticidad del testimonio.

Posteriormente se hizo la edición, en donde se eligieron las crónicas que aparecerían en el libro. Algunas veces los músicos nos contaron anécdotas anidadas en otras anécdotas, todas valiosas, así que con el propósito de no descartarlas y generar una lectura fluida, las deshilamos y les dimos un espacio propio. Ahí de nuevo transgredimos la voz original con un propósito literario, pero sin generar historias ficticias. Asimismo, la edición consistió en sortear las muletillas y repeticiones inherentes a la oralidad, erratas y errores de transcripción. También, en la medida de lo posible, tratamos de evocar la forma de hablar de los entrevistados por lo que utilizamos apóstrofos en palabras como chinga’o, pa’llá, pa’cá, ‘toy para emular la omisión o debilitamiento de sílabas y letras; con frecuencia también nos enfrentamos a la disyuntiva de corregir o no la concordancia en el género y el número, pues en su hablar constantemente anteponían artículos masculinos a sustantivos femeninos, pluralizaban lo singular y viceversa, enmendamos sólo cuando fue necesario para que no perdiera sentido la oración transcrita. Además, en un par de crónicas solicitamos ayuda para revisar el náhuatl pipil que aparece.

En el libro aparecen las historias que nos contaron referentes al campo, la cosecha y la vida cotidiana en torno a una casa de vara y zacate; a sus vidas de niños colmadas de juegos y trabajo; a sus abuelos, padres, hermanos, esposas e hijos; donde nos narran cómo fue su primer instrumento, cómo empezaron a tocar su música y algunas crónicas de huapangos de otros tiempos; de las comidas y las bebidas de su región; de los animales de monte, de los zacatales, montes y arroyos que ya no se ven porque entró la rodada o el cultivo de caña; de su medicina tradicional y del encanto.

Elisa T. Hernández                                                      Coordinadora editorial

 

Una leve mirada

Una fotografía es el resumen de toda una historia, es un momento preciso a partir del cual podemos descifrar, imaginar o crear muchas más historias. Este primer volumen del proyecto titulado Del campo son. Historias de músicos del municipio de San Andrés Tuxtla contiene una serie de retratos que no pretenden más que mostrar los rostros de quienes narran las historias que aquí se cuentan. Retratos sencillos hechos en el cotidiano que emplean como fondo el propio entorno de los músicos.

En mi andar fotográfico, ninguna experiencia había sido tan gratificante y bella como la de retratar a quienes son portadores y transmisores de la música que tantas satisfacciones, experiencias y amigos me han dado. Además, al hacerlo en la intimidad de sus casas —contexto distinto a un huapango— uno puede conocerlos un poco más mirando sus espacios, sus gustos, sus tratos familiares, etcétera.

De todas las ramas de la fotografía, el retrato es el que resulta más íntimo e intimidante, ya que es la forma en que se pueden descubrir los misterios que encierra una persona: una leve sonrisa, el brillo en los ojos, una mueca, el ceño fruncido… y es como la persona retratada puede ser “descubierta”. Retratar a quienes no están familiarizados con una cámara, pero no tienen nada que esconder fue a la vez el mayor reto y lo más divertido. Conseguir la confianza casi instantánea para lograr que se movieran —un poquito a la derecha, un poquito a la izquierda, para atrás, para adelante, parados, sentados—, sin que cuestionaran para qué, a pesar de que les pareciera extraño; lograr que sonrieran y que no estuvieran rígidos, venciendo su timidez y sus nervios; tuvo que ver con la convivencia y el trabajo previo que hicieron Julián y Alddo, pues sabían las palabras clave para liberarlos de esa rigidez acrecentada por las constantes visitas de quienes van, los retratan y no vuelven nunca.

Natse Nindú Rojas Zárate / Fotógrafa

 

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Tlacotalpan: retrato y paisaje. Javier Manzola

La Manta y La Raya # 10                                                                  marzo 2020 ________________________________________________________________________

Tlacotalpan: retrato y paisaje

Javier Manzola   

Una muestra del quehacer fotográfico de Javier Manzola se presenta en este portafolio integrado por imágenes captadas durante las fiestas de la Virgen de La Candelaria de Tlacotalpan; la selección hecha gira alrededor de dos temas principales (aunque no los únicos) que aborda Javier en su obra fotográfica: el retrato, instantes fugaces e irrepetibles, y el entorno local, aparentemente estático, y su arquitectura vernácula. 

Es alrededor de los fandangos callejeros que se organizan en esos días de fiesta, alejados desde años de los espacios céntricos del pueblo, en donde Javier Manzola captura imágenes entrañables. Retratos en su mayoría de personas aficionadas al son jarocho, al zapateado, al verso… , reunidas en las noches alrededor de la tarima, o en la madrugada en la iglesia cantando, o a las primeras horas de la mañana después del fandango, o al mediodía jugando un partido de béisbol. Momentos y experiencias colectivas especiales, de gran empatía y sincronicidad, que se refleja en las personas que descubre y retrata Manzola Momentos expresivos, radiantes, desprevenidos, naturales, sin duda felices en muchos casos. Evidencias irrefutables de los estados de dicha y éxtasis que se pueden experimentar entre la colectividad que se reune alrededor de un fandango jarocho. Visiones únicas que se repiten una y otra vez y que repican como campanas. 

Por otra parte, Javier nos comparte una pequeña selección de fotografías del paisaje local de Tlacotalpan, su arquitectura deslumbrante y “las cosas que se pueden ver en el cielo”, dijera Jung, en conjunción con los astros.  

Una mirada que observa, atenta, siempre discreta, es la de Mazola, quién tiene la capacidad de hacerse “invisible”, una cualidad muy apreciada entre los fotógrafos y que se refleja en su obra. Hay personas que piensan que la felicidad es un instante, sin duda muchas de las fotos incluídas en este portafolio captan ese instante. 

Nos sentimos afortunados de poder publicar este portafolio que nos comparte Javier Manzola y desde luego dispuestos a seguirle la pista, a donde quiera que vaya nuestro amigo con su aparato para hacer fotos.

 Los Editores

 

 

 

Revista en formato PDF (v.10.1.0):

 

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Los músicos de “Son jarocho con sabor a piña”

La Manta y La Raya # 9                                                                         marzo 2019 ___________________________________________________________________________   Los músicos de                                                                 “Son jarocho con sabor a piña”

 

Claudio Alonso Martínez Sánchez 

Macario Alfonso Domínguez

 

  Son jarocho con sabor a piña. Un acercamiento a la música, sus intérpretes e historia, de Claudio Alonso Martínez Sánchez, es un trabajo de investigación y documentación musical, en donde su autor descubre y documenta un pequeño universo en la región piñera occidental del municipio de Cd. Isla y sus inmediaciones con el municipio de Villa Azueta. Claudio Alonso en su libro nos presenta y nos informa sobre un conjunto de trece músicos de la región, aún en pié, que podemos considerar parte de la “vieja guardia” del son jarocho, como es el caso de don Ricardo Abundio de ochenta y seis años (en 2013), guitarrero de Cujuliapan, Villa Azueta. Otros de ellos nacidos en la década de 1940, como Quintiliano Durán, Macario Alfonso Domínguez, los hermanos Hernández Carlín y los Cook Rodríguez, y un segundo grupo de músicos más jovenes nacidos en los 1950. Entre todos ellos también está Martín Hernández Rodriguez, de 1970. Curiosamente no se registran músicos nacidos en la decada de 1960.   Los testimonios y la colección de fotos que se presentan han sido tomados del libro Son jarocho con sabor a piña.   

 


Revista # 9 en formato PDF (v9.1.0):

La Navidad en Santiago Tuxtla

La Manta y La Raya # 8 / septiembre 2018 ___________________________________________________________________________

Mario Hernández


presentación

De forma abreviada, algún músico diría, Mario nos presenta una muestra de la multiplicidad de instantes, destellos, visiones y situaciones de la costumbre popular de Santiago Tuxtla de sacar “La Rama”: noche de fiesta y devoción, una muy arraigada y antigua tradición local, compuesta y acompañada en todo momento con versada y música jarocha, que arranca el día de Navidad, 25 de diciembre, y concluye el 2 de febrero, día de la Virgen de la Candelaria. Fechas importantes de la vida de Jesucristo que marca el calendario católico.

La secuencia de imágenes que nos muestra aquí Mario Hernández nos lleva de la mano por calles, barrios y casas de Santiago Tuxtla tras la Rama adornada (al frente como estandarte), cantando “Naranjas y Limas” de casa en casa, acompañados de amigos, vecinos y músicos, pidiendo aguinaldos, para rematar la noche con un huapango familiar (de chicos y grandes), en casa de alguna familia vecina del barrio, en donde se llega cantando Pascuas y Justicias, y se ofrece comida y bebida a los “peregrinos” que se reúnen ahí a lo largo de la noche; momentos de grata convivencia y encuentro de la comunidad. 

Celebramos este inmenso trabajo de documentación, que no solo un ejercicio estético, planteado por Mario y del cual nos comparte una muestra de esta tradición viva y actual de Santiago Tuxtla, aún con vestigios y reflejos de otro tiempo y de otro mundo.



                                                                                                      

Revista # 8 en formato PDF (v.8.1.3):

 

Deborah Small: Retratos Tuxtecos II

La Manta y La Raya # 7                                                                marzo 2018


Deborah Small      

Retratos Tuxtecos II

 

Domingo Martínez, Santa Rosa Loma Larga.

Regresamos con Deborah Small y la serie fotográfica que acompaña a las crónicas tuxtecas Presas del encanto, un libro notable con más de 25 relatos de San Andrés Tuxtla, recopilados por Andrés Moreno Nájera.(1) Una primera selección de esta gran obra fotográfica, Retratos tuxtecos, se publicó hace dos años en esta misma sección de la revista.(2)

Ahora publicamos la segunda parte de Retratos tuxtecos, fotografías de otro conjunto de músicos campesinos, también inolvidables, de la región de Los Tuxtlas, así como retratos de músicos de Santa Rosa Loma Larga y llaneros como: Benito Mexicano, Salomón Martínez Cruz y Nazario Santos, muy cercanos y estimados en la región, integrantes de aquel grupo Alma Jarocha de Rodríguez Clara, Veracruz.

Si bien la obra fotográfica que acompaña a Presas del encanto está compuesta principalmente de retratos de músicos, la obra en su conjunto reúne también excelentes imágenes del entorno natural de la región de Los Tuxtlas, objetos cotidianos de la vida campesina, instrumentos musicales, así como múltiples escenas de fandangos. Algunos ejemplos de estas facetas de la obra fotográfica de Deborah Small han sido publicadas anteriormente en La Manta y La Raya.

La fotografía de Deborah Small cumple el objetivo fundamental de documentar y retrata, de manera sobresaliente, un mundo rural y campesino todavía antiguo –feliz e indocumentado, dijera García Márquez–, que está desapareciendo, como tantas otras cosas, rápidamente ante nuestros ojos.

LOS EDITORES

 

(1) Presas del encanto. Crónicas de son y fandango, Programa de Desarrollo Cultural del Sotavento, CONACULTA, 2009.

(2) “Las perlas del cristal”, La Manta y La Raya #1, feb 2016.

 


Revista # 7 en formato PDF (v.7.1.2):

 

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