Moisés Fuentes // RETROSPECTIVA

La Manta y La Raya # 12                                                             marzo 2021 ________________________________________________________________________

Moisés Fuentes Chagala

Una primera RETROSPECTIVA

 

“Mujeres del río”, Moisés Fuentes Chagala, ene 2017.

 

La obra fotográfica que deja Moisés Fuentes Chagala, ante su prematura y sorpresiva partida, es singular y sobresaliente. Conformada en pocos años de trabajo y continuo aprendizaje, Moisés nos presenta diferentes facetas de sus inquietudes e incesante busqueda, capturando imágenes de los diferentes mundos y realidades que conocía (y continuaba explorando) en su andar, principalmente por el Sur de Veracruz y en particular por su querido Chacalapa, municipio de Chinameca. En 2017 se publico el libro Chacalapa de los grandes de Moisés, una colección notable de fotografías que dan fe y hacen tributo a la vieja guardia de bailadoras y músicos de huapango de la comunidad de Chacalapa, lugar de donde proviene su familia.  

La retrospectiva que presentamos aquí en nuestra revista está basada en las fotos que Moisés publicó en su cuenta de Facebook a partir de 2015; las últimas fotos publicadas por Moisés son de finales de 2021. 

Esta retrospectiva (y esperamos que haya otras), reunida para Las Perlas del Cristal da fe del notable trabajo fotógráfico y el valioso legado que Moisés Fuentes Chagala deja, y con quién sin duda quedamos en deuda. 

Los Editores

 

El fotógrafo Moisés Fuentes

Ricardo Perry Guillén

Hace ya muchos años dediqué tres años de mi vida a registrar en cámara de video nuestro andar cultural con el grupo Chuchumbé, el nacimiento de Los Cojolites, las visitas que los fines de semana hacíamos a las comunidades; materiales hoy indispensables para entender el pasado reciente del son jarocho -aunque no tenía ese propósito en esos días, sino usar una cámara que ocasionalmente llegó a mis manos. Entonces grabé todo lo que hacía durante ese tiempo, como tres años, hasta decidir que no podía seguir mirando todo a través de la cámara, pues esta era una realidad un tanto distinta, estaba sujeta a otros designios, no podía seguir existiendo sin existir. 

Esto lo recuerdo pensando en la fotografía de Moisés Fuentes, pues como ente que atrapa y narra un instante, te sitúa en otro esquema de la realidad, te coloca fuera para mirar y sentir de nueva cuenta el instante que sucede, la sonrisa, la intensidad del asombro, la pasividad de la existencia sencilla, las manos alrededor de la jarana, la seriedad del jaranero; de aquellos que ya han regado por largos años la semillas de nuestra música en tantos surcos, tantos anocheceres, un rosto coronado con el sombrero en el día y en la noche, una lancha que surca un río de los recuerdos, los niños seres de la alegría, la sonrisa de los amigos que se encuentran en los fandangos.

Moisés es músico jaranero, tiene a su cargo el grupo JarochoBarrio integrado por sus primos la mayoría, integrantes de una familia que ha dado mucho al son jarocho y, por lo mismo, su andar en los fandangos no es el del fotógrafo que capta lo que va descubriendo en ese instante, sino que su foto también tiene el conocimiento de causa, de saber qué puede dejar en la memoria visual de todos los tiempos: la imagen del aquel viejo jaranero, ese versador, esos portadores de nuestra cultura milenaria, esos viejos músicos de la comunidad, leoneros, guitarreros, que se van yendo físicamente pero que van viviendo en todos nosotros. Captar ese instante, el momento preciso que nos da esa majestuosidad de la existencia, la mirada de regreso que sientes en tu interior y te llena de sentimientos diversos, la nostalgia de la vida que va pasando y se va llevando poco a poco a esos viejos portadores de nuestra cultura, la alegría del fandango, de vivir intensamente la existencia sobre la tarima, las expresiones amorosas de los jóvenes que encuentran en las expresiones de la cultura de los pueblos, el aliciente del vivir.

Moisés nació en Chinameca, Veracruz, y es parte de una familia que tiene raíces profundas en el son jarocho del sur del estado. Su familia viene de Chacalapa, una comunidad de ese municipio, muy particular en el conglomerado actual que forman los pueblos del sur del estado: indígenas nahuas y popolucas, además de las ciudades que nacieron a la par del desarrollo de la industria del petróleo. Es singular porque Chacalapa es tierra afromestiza, gente morena herencia de los esclavos negros de las haciendas en los llanos veracruzanos. La influencia hacia el son jarocho se nota en la Leona o guitarra grande, un enorme instrumento hecho de una pieza de cedro y que da los tonos bajos en los fandangos. Se nota también por el zapateo que se escucha imponente sobre estos tambores-tarimas, con un ritmo fuerte y acompasado que caracteriza a los Chacalapeños. Es éste el pueblo del sur de Veracruz en donde la fiesta de la mayordomía dedicada a San Juan adquiere una connotación plena, y en donde el fandango alcanza dimensiones insospechadas. Es como el centro, el eje, el ejemplo de las fiestas comunitarias donde el son jarocho es sumamente importante. 

Cocineros y cocineras, leñadores, un sinfín de personas que son ayudantes de la fiesta, personajes en el pueblo van siendo fotografiados por Moisés, la bailadora, el viejo jaranero, el cantador impetuoso, niños zapateadores, los mayordomos, la procesión acompañada de los jaraneros por las calles del pequeño pueblo, la entrega de la mayordomía -que se mantiene en incógnito hasta cuando se llega a la casa del próximo responsable de la fiesta religiosa, familia a la que se le baila al son de la jarana y se le entrega una bandera que, en lugar del águila, lleva en el centro al santo patrono. Todo este ritual va quedando impreso por la cámara que encuentra los momentos indescriptibles que, al verlos en la fotografía, nos llevan a inundar nuestro interior de esos sentimientos que cada mirada, cada paso, cada jaranear va provocando. Y un dato interesante es que he visto al compañero entregar a cada persona captada una fotografía ya lista para tenerla en sus paredes, en el sentido de regresar a la comunidad lo que ella nos otorga.

Moisés es un joven músico tradicional, acaba de terminar la carrera de ingeniero y hace algunos años vimos cómo empezó a tomar la cámara con cariño y responsabilidad. Ha sido fiel discípulo del fotógrafo chiapaneco Jesús Hernández, quien ha sido su maestro y como amigo ha guiado su pasión por la fotografía. Da gusto ver cómo el trabajo de Moisés Fuentes se ha desarrollado y que sea hoy una lente necesaria enmarcada en el contexto de las culturas de nuestros pueblos.

 

Revista en formato PDF (v.12.1.0):

 

Artículo suelto en formato PDF (v.12.1.0):

Error! Please enter an ID value with this shortcode.

 

mantarraya 2

Voces y cantos de la tradición

La Manta y La Raya # 12                                                             marzo 2021 ________________________________________________________________________

               Voces y cantos de la tradición

Textos inéditos de la Fonoteca y                                                             Archivo de Tradiciones Populares

Colegio de México

 

 

Hacemos una selección del libro Voces y cantos de la tradición de Yvette Jiménez Báez, publicado por el Colegio de México, en donde se registran versos y testimonios de Dionisio Vichi de Santiago Tuxtla; Gabriel Hernández Pérez, Juan Polito Baxín y Andrés Moreno Najera de San Andrés Tuxtla; y de Andrés Aguirre Chacha y José Chavez de Tlacotalpan. Las entrevistas fueron realizadas entre 1991 y 1992, y giran sobre diferentes temas.

Voces y cantos de la tradición : textos inéditos de la Fonoteca y Archivo de Tradiciones Populares / Yvette Jiménez de Báez, editora ; con la colaboración de E. Fernando Nava L. … [et al.]. El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1998.

 

el ganador en la controversia

Entrevistador (E): Cuando se enfrenta uno con otros grupos, así […] cantando, versando, ¿cómo se puede saber quién le gana al otro?

Andrés Aguirre Chacha: Claro, el verso va subiendo, ¿no? Por eso, si usted me dice una grosería en un verso y yo resalto más, yo resalto más y usted tiene que resaltar más, y entonces ahí van, están los piques, vamos resaltando y hasta llegar el momento hasta de mentarse la madre. Entonces, pos, mejor para uno, por los problemas y dificultades.

E: ¿Pero el enfrentamiento siempre es pícaro?

Andrés Aguirre Chaca: Sí.

* *

Dionisio Vichi: Me convidaron a una boda […].No empezaba yo a cantar, yo nomás escuchaba que ese señor llegó, y verso y verso y verso y … pero un señor de por allá de Tapacoyan me decía: “Nicho, Nicho […] cántale una a él, échate tus versos. […] Entonces se avorazó, dice: “El que me conteste este verso de la Mixtequilla […] es que de plano […] es chingón” […].

E: ¿Y se acuerda qué verso era el que echó él?

Dionisio Vichi: No, la contestación mía es así: 

Al llegar a una función,

a ver las mil maravillas,

y digo a todo el montón:

“No soy de la Mixtequilla,

pero doy mi corazón

a toda la palomilla”.

Y era la “siquisirí”, y me lo fui llevando, me lo fui llevando, me lo fui llevando. Pero él cantaba, cantando a otro lado, y se me viene acostillando, se me viene acostillando y yo tocando mi guitarra. Digo: “Ya estuvo. Se picó y se vino hasta que me alcanzó”. Pero yo digo: “Pues ni modo, […]. Si aquí me lo dejo que se me eche encima, va a decir que soy cobarde”. Pero yo traía todos los versos de todo, y yo pensaba en mi memoria: “Y me lo estoy llevando, me lo estoy llevando … Y duro, y duro, y el otro, y yo con él, y yo con él y medio se cejaba. De plano se le atoraba un verso, y yo duro con él, y duro con él, y tocando mi guitarra. Tocando mi guitarra, y duro con él”, y le decían los de Tres Zapotes: “Ahí está el tuxteco […]; te va a ganar el tuxteco. Si no, lo vas a ver, porque tú eres un fanfarrón […] que estás ahí diciendo estas cosas, y ahí está. Y no te quedes […], porque te va a revolcar. Pero en eso lo perturbaban […] los versos, y yo duro con él, yo no le aflojaba, hasta que me lo doblé. 

 

del aprendiz de músico y de trovador; puntear en tierras veracruzanas                                                                                

E: ¿Y desde qué edad usted anda en la versada?

Dionisio Vichi: Desde chiquito, chiquito; como de doce años aprendí a tocar la jarana. De doce años. Luego de ahí agarré el requinto chiquito. Un requinto así, punteado. Y sonaba bonito. Y ahí ese punteo del requinto chiquito es el mismo pa’ tocar la guitarra grande. Nomás se dificulta por los trastes de la guitarra grande que los tiene más tramiados. Y el requintito, pues, digo yo, los tiene más cerquita. Pero le agarré ahí todo […], y yo anduve tocando con un muchacho que se murió. Ese tocaba con los de Alvarado, por ahí. Ese muchacho tocaba la guitarra y punteaba. Y yo, como andaba tocando con él y otro amigo que vive por acá -como lo representa usted- […] pues lo fui agarrando. Entonces punteo la guitarra y canto mi voz. El micrófono lo usé en México. Cuando nos ponemos […] las cinco personas que andamos nosotros, nos ponen cinco micrófonos. Yo aquí con mi hijo Celcio –ése también toca jarana y canta los versos míos, ¿no?, porque los aprendía–. Y luego de ahí, nos ponemos ya aquí, y yo aquí punteando y él tocando la jarana. Los otros así, los otros así, los otros acá: cinco. Y entonces ya; cuando soltamos el verso, entonces los contestamos todos, y áhi sale.

 

aprender a intepretar el son

E: ¿Cuántos años tiene usted?]

Juan Polito Baxin: Setenta y seis años.

E: ¿Y desde qué edad usted interpreta el son?

Juan Polito Baxin: Casi yo en la edad de diez años nomás oía, pero ya a la edad de doce años empecé a tocar una jaranita y estuve en una fiesta que ahí pasaba mucha gente a tocar, porque les gustaba el trago. […] Y yo nomás ponía cuidado, pero cuando yo les intenté de aprender la jarana, cuidado que batallé. No podía yo aprender a tocar la jarana. Cuando ya lo aprendí […] entonces se me ocurrió aprender la guitarra. También me dio mucho trabajo porque nadie me enseñó. Yo nada más oía a los que tocaban, y […] le agarré ahí la detonación. Se le daba la detonación a aquel que va a cantar para que no se oiga mal. Porque si una jarana está muy bajo […] aquel que está cantando se oye mal; no compite con la “detonación”, y todo eso se le ha buscado.

 

tiempo de fiesta de los fandangos veracruzanos 

Gabriel Hernández Pérez: Los huapangos ya van muriendo; más que anoche, pero no estuvo muy bueno. […].  Sí hay unas bailadoras aquí que zumban bonito. Hay una bailadora aquí media copiadona; se pone una cerveza aquí, un vaso con refresco, una copa, y la anda bailando. Y se lo zarandea y anda con una cerveza aquí; una botella de cerveza. […] De chamacón se hacían fandangos. Pasaban muy bonitos los huapangos.

E: ¿En qué ocasiones se hacían los huapangos? 

Gabriel Hernández Pérez: Cualquier boda. Habían bodas ahí, unas daban chocolate […]. Ya los tendían a los manteles y todo, y ya venía la novia; y ya sentarse la novia ahí, y ya la tarima por ahí, y ya empezaban a repartir el pan en la comida, y este … en ese tiempo eran muy bonitos los huapangos. Por aquí ya pasaba la mesa y todo, y ¡vámonos al huapango!. Había muchos jaraneros de gratis; ahora no. […] Todo de gusto, todo de gusto; pero ahorita ya no …

 

el son veracruzano y sus ritmos

Andrés Moreno Nájera: [Hablando sobre las regiones del son]. La región de los Tuxtlas y la otra es la de Santa Marta, allá, la tierra de […] Tantoyuca, Los Mangos. Todos esos lugares tienen otros ritmos y otras formas de interpretar los sones. Son las tres formas, las tres corrientes del son veracruzano. También en las tres regiones se hacen Encuentros. Santiago ha realizado dos años seguidos Encuentros aquí en la región, que es Santiago Tuxtla, Santa Marta, San Lorenzo […] y el de Tlacotalpan.

Entonces nuestras costumbres son nuestros ritmos. Nuestra música es muy diferente a la demás música. […] No es igual a la de Tlacotalpan; es completamente diferente.

E: ¿En qué varía?

Andrés Moreno Nájera: En los ritmos, en la forma de interpretarse. El año pasado ya vimos que algunos grupos como es “El Sacamandú” empezó ya a interpretar algunos sones como se interpretan por acá; la forma. Como dicen los viejitos de aquí, “como se interpretaba antes”. Antes los sones no eran muy corridos porque para el bailador –le gusta bailar– debe ir sacando el ritmo de la música; dibujar el ritmo; hacer la música misma con los pies. Un son demasiado corrido no permite al bailador dibujar la música. Taca, taca, taca … ese no es el chiste, sino dibujar y llevar el contrarritmo de la música, pero con los pies. Es que aquí los sones son así, pausados, y hay sones que llegan la mayor parte. Están tocando, llegan, se paran y comienzan otra vez, y de eso tenemos el jarabe. El jarabe comienza despacio, despacio, despacio; viene él despacio; viene el estribillo y se arranca todo lo que es el estribillo para el son, y vuelve otra vez a comenzar.

 

muerte y música en San Andrés Tuxtla

Andrés Moreno Nájera: Una de las cosas que hacen [que] la música de San Andrés tenga […] es que la gente es muy religiosa. Además de esto, desde antes, desde hace muchos años, se acostumbraba acompañar con música todos los acontecimientos sociales. Alguien moría, y se le acompañaba toda la noche con música; después amanecía y se iba a enterrar con música y después se hacían novenarios con música, jarana. Después, hasta el cabo de año, música. Ahora ha cambiado todo. Se sustituyó la música de la jarana por los mariachis que ahora pasan […]. Y eso influyó; se sustituyó eso. Ya no se toca en el novenario, ni se ve la música. Hace como un mes fui a un novenario con jarana. Pero sí se celebra el cabo de año. Que cuando alguien tiene dinero y lleva gusto, hace un velorio. Entonces la costumbre […], antes, era que si en los días antes del cabo del año de muerto, toda la música era pausada, lenta, demasiado lenta, demasiado pausada. Después del año, con el cabo de año, se despojaban ya del luto; entonces ya la música no suena igual. La música es más rítmica, más alegre. Entonces, en estos velorios lo que se acostumbra es, por un lado, están rezando -bueno ahorita porque es de la Guadalupe-, pero aquí todo el año es velorio, cuando no es el Niño de Atocha, la Virgen de Los Remedios, en fin. Por un lado, la gente está llorando; en el altar, están rezando: lloran y rezan …

 

las pascuas de San Andrés y el cuidado de la “detonación”

Juan Polito Baxin: Por ejemplo, anoche quiso [el encuestador] que tocara yo una Pascua, pero esa Pascua solamente mi abuelito la cantaba. Le llamaron una Pascua por […] la repetida; porque se repite dos veces la tonada. Y aquí en la guitarra le doy la “detonación”, según le doy la detonación [al] que canta. También debe de hacer igualito lo que aquí el disco; aquí agarra esa “detonación” y se oye bonito, porque yo anduve mucho con gentes, con varias gentes que cantaban Las Pascuas, pero la repetida es dificil. La repetida es dificil porque se tiene que aprender bien para darle toda la “detonación”. 

 

acoplarse para cantar

Dionisio Vichi: Me agarré a cantar con un señor casi casi todas las noches. No muy seguido. Digo, los sones, ¿no? Así que no descansamos, pero sí, nos tejimos hasta que aclaró Dios. Porque como trae la Virgen de Los Remedios … Y le dije a mi hijo Ausencio […]: ”Uta, de veras nos divertimos aquí cantando versos […] con ese hombre, digo, pero no nos chocamos con él. Nos tejimos muy bonito hasta que aclaró Dios; hasta que se llevaron la Virgen”.

E: ¿Qué fiesta fue esa? 

Dionisio Vichi: Es una Virgen que andan trayendo, de Los Remedios. 

 

los programas de radio de Minatitlán, Veracruz

Gabriel Hernández Pérez: [Hablando de trovadores que participan en un programa de radio]. Los oigo ahí; pero los oigo porque están en el programa […] los sábados. Los sábados por la tarde en Cosamaloapan, de la una de la tarde para abajo, están echando versos muy bonitos […]. En una ocasión oí yo un verso de esos cosamaloapeños en zapateado. Porque los versos no nada más se cantan porque sí. Hay sones en que cabe verso, pero hay sones que no. En una bamba, no cabe más que la sola bamba; no puede improvisar algo. […] En sólo un toro, igual. Pero en un zapateado ya es donde puede uno cantar más bien un son a alguna muchacha: decir su fisonomía, lo que sea, lo que trae, vamos a suponer, ahí. Pero ya en un toro, no. Un toro ya nada más es un toro derecho y en el zapateado ya va cantando, lo que te dé, que te sepas, pero que calce con el son. Porque si no …

 

          saludos al comenzar a cantar el son de “el siquisirí”

Con permiso, compañeros,

voy a empezar a cantare;

pero sí antes les aviso

que me van a dispensare,

en este lugar que piso

acabado de llegare.

He llegado a esta función

a ver las mil maravillas,

y digo a todo el montón:

“No soy de la Mixtequilla,

pero doy mi corazón

a toda la palomilla”.

Dionisio Vichi

 

También se saluda a la concurrencia cuando se cantan versos de amores

He llegado a esta función

porque me gusta cantar;

eres rosita en botón

yo te quisiera cortar;

también en mi corazón

te quisiera dibujar.

La flor de la sanjuanera,

te pareces, vida mía,

y como que soy sincero

hoy te canto estas poesías,

no le hace que usted me quiera

al amanecer del día.

Dionisio Vichi

 

que pueden continuar toda la noche

Yo corté una flor morada

que sólo en junio se ve;

creía que no eras casada

por eso te enamoré:

¡Bonita la madrugada,

cuando te empecé a querer!  

Dionisio Vichi

Voy a llevarte a la playa

a recoger conchas finas,

para hacerte una med alla

y vestirte de catrina;

para que veas que te quiero

como quise a Josefina.  

Dionisio Vichi

 

hay coplas que forman una secuencia

Sé que te vas a casar

con uno de tu contento;

ese día se ha de llegar

mi entierro y tu casamiento.

Cuando te estarán lazando

con esas bellas cadenas,

a mí me estarán haciendo

en mi casa una novena.

Cuando te estarán poniendo

la sortija de amante,

tu a mí me estarán prendiendo

cuatro cirios por delante.

Cuando salgas de la iglesia

con tu estimada madrina,

con la punta del zapato

me echarás la tierra encima. 

Dionisio Vichi

 

el trovador elabora las coplas con componentes de su memoria

“Eso es compuesto de mi memoria”, dice:

La flor de la pitahaya,

te pareces, vida mía,

que me gusta tu semblante

y toda tu simpatía,

al ponerte tu medalla

relumbra todos los días.

Cuando usted me corresponda,

y me entregue su pasión,

mira que yo soy el hombre

que te amo de corazón;

a donde usted lo disponga,

le pondré su habitación.

A la orilla de un palmare

me encontré una joven bella,

su boquita de coral

y sus ojitos bellos,

tan una mirada de amor

quiero que me des con ellos.

 

Al pie de una cirgüelita,

triste está mi corazón,

porque vide mi Adelita

y me llamó la atención,

¡qué bonita florecita,

muy parecida al palmón!

 

Al subir una lomita

en el cerro de El Vigía,

me vide una morenita

al amanecer del día;

llevaba una azucenita

que le regaló María. 

Dionisio Vichi

 

en los bailes de desenojo, las parejas dialogan en coplas

Si te hallas enojada,

porque tengo un nuevo amor,

mentira, de eso no hay nada,

soy hombre merecedor. 

Juan Polito Baxin

 

y en las controversias los trovadores contienden en verso

José Chavez: Pues Vale Bejarano era un señor que todo lo que le preguntaban lo […] contestaba en verso. Por ejemplo, una vez alguien le dijo así para “tantearlo”, para ver si no le contestaba. Le dijo:

Dos preguntas voy a hacerte:

dime, Vale, si es posible,

-si contestas, tienes suerte-,

dime qué cosa es factible:

si luchar contra la muerte

o vencer al imposible.

A lo que el Vale contestó en seguida:

Te contesto lo posible

para ya no entretenerte;

para un doctor es factible

luchar contra la muerte

y vencer a lo imposible

Eso ya es cuestión de suerte.  

 

controversia y versos de amores

Dionisio Vichi: Una vez sí me agarré con otro de Catemaco. Sí, pero ese no dio la talla. Enseguidita se quedó. Y ya de allí yo seguí con mis versos míos, así: versos sueltos, de amores –de su cadena, de su sortija, de su arete, de su lindo mirar […]– puros versos de amores […]. Dice:

Quisiera ser el pañuelo,

la sortija de su mano,

porque en ti mi amor se fia

que eres la flor del verano;

antes que otro te persiga,

¿qué dices, negra, nos vamos?

los cantares se llevan 

en el pensamiento

Dionisio Vichi: Y yo, cuando sí vamos a tocar, ¿sí?, ya llevo yo pensado lo que voy a cantar. Y lo que se me viene de pronto, así agarro uno, agarro otro. Y sales y sacas.

Me gusta la maravilla

nada más por su color;

una rosa de Castilla

al pasar me dio su olor,

¿pero ‘onde está la vainilla

la que trasciende mejor?

E: ¿Ese también es suyo?

Dionisio Vichi: Sí.

Voy a comprarte un vestido

de satín americano,

para que vayas conmigo

al puerto veracruzano,

en los Estados Unidos,

‘onde hacen los aeroplanos.

Dale libertad a mis penas,

¿por qué estar encarcelado?

Dime, trigueña, hasta cuándo

que yo me veré a tú lado. 

 

y de generación en generación se guardan en la memoria

Dionisio Vichi: El difunto, mi padre Próspero Vichi, sabía versitos […] Uno nomás me acuerdo. Dice:

Yo soy el guarda chiquito,

encantado de una aduana;

si su amor es parejito,

aquí nos vemos mañana

en el mismo lugarcito.

tiempo de coplas encadenadas 

propias para el zapateado

Al cortar un lirio blanco

yo creía que era azucena,

porque trascendió bastante

igualito a una gardenia;

también de su amor me encanta,

hermosísima trigueña.

Hermosísima trigueña,

tu simpatía me engrandece;

te he de querer y te adoro,

te repito varias veces,

mi corazón triste llora

todos los días que amanece.

Todos los días que amanece,

de mi cama me alevanto;

yo no sé qué me parece

de ver que te sueño tanto,

será por primeras veces

dale aconsuelo a mi llanto.

Dale aconsuelo a mi llanto,

no lo hagas tanto penare;

concédele aquella fruta

que se empieza a madurare;

antes que se desperdicie

mejor lo voy a cortare.

Mejor lo voy a cortare

ese ramito de azahare,

porque hojita por hojita

todas se quieren regare,

pero voy poco a poquito

y sin darlo a maliciare.

Dionisio Vichi: Esos son versos encadenados de zapateado […] compuestos de mi memoria. Compuse como dieciocho o treinta versos así, encadenados. Cuando me agarro yo a cantar […] bueno, primero yo empiezo los versos sueltos […]. Si me quiere hacer cosquillas […] con sus versitos, de plano, pues yo también ahí voy poco a poquito. No lo atizo, no lo atoro yo; bonito, de plano. Ahí me la voy llevando, ahí me la voy llevando. No lo dejo a que se me atore un verso.

 

también el son de “las palmas” es de cuartetas encadenadas

De Poncio Pilatos

todos se valieron,

hasta que de muerte

sentencia le dieron.

Sentencia le dieron,

le pusieron pena;

pero ahora vive

en el cielo que reina.

 Gabriel Hernández Pérez

 

NOTAS

Andrés Aguirre Chacha (Viscola)

Entrevistado por Miguel Olmos Aguilera y Mario Antonio Ortiz, en Tlacotalpan, Veracruz; 12 de noviembre de 1991. Datos del informante: 38 años, nació en Tlacotalpan, Veracruz, en 1953. Músico, cantador y transmisor de textos. Transcripción de Mario Antonio Ortiz.

José Chávez (Memo Chávez)

Entrevistado por Mario Antonio Ortiz y E. Fernando Nava L., en el Bar de Tobías de Tlacotalpan, Veracruz; 14 de diciembre de 1991. Datos del informante: 64 años, nació en Tlacotalpan, Veracruz, en 1927. Recopilador de textos. Transcripción de Donají Cuéllar Escamilla.

Gabriel Hernández Pérez  (Señor del Güiro) 

Entrevistado por Miguel Olmos Aguilera, en su domicilio, Comoapan, San Andrés Tuxtla, Veracruz; 12 de diciembre de 1991. Datos del informante: 73 años, nació en 1918. Músico. Transcripción de Marco Antonio Molina. 

Andrés Moreno Nájera

Entrevistado por Miguel Olmos Aguilera y Mario Antonio Ortiz, en la Casa de la Cultura, San Andrés Tuxtla, Veracruz; 11 de diciembre de 1991. Datos del informante: 33 años, nació en 1958, en San Andrés Tuxtla, Veracruz. Músico, cantador y transmisor de textos. Transcripción de Donají Cuéllar Escarnilla.

Juan Polito Baxin

Entrevistado por Miguel Olmos Aguilera y Mario Antonio Ortiz, en la Casa de la Cultura, San Andrés Tuxtla, Veracruz; 12 de diciembre de 1991. Datos del informante: 83 años, nació en [1908]. Músico, cantador y transmisor de textos. Transcripción de Miguel Olmos Aguilera.

Dionisio Vichi

Entrevista de Miguel Olmos Aguilera y Mario Antonio Ortiz, en una tiendade abarrotes, Santiago Tuxtla, Veracruz; 19 de mayo de 1992. Datos delinformante: ca. 76 años, nació en Santiago Tuxtla, Veracruz. Músico. Transcripciónde Donají Cuéllar Escamilla.

 

Revista en formato PDF (v.12.1.0):

 

 

mantarraya 2

La guitarra de son Libro 2, sones por cuatro

La guitarra de son,                                                Sones por cuatro                                                             Libro segundo  Edición Digital 2021

         Francisco  García  Ranz      Ramón  Gutiérrez  Hernández

Presentamos una segunda edición, ahora digital del libro II La guitarra de son, sones por cuatro. Una primera edición de esta obra la publicó el Taller La Hoja en 2010 con un pequeño tiraje; alrededor de 300 ejemplares salieron a la luz pública. A 10 años de su primera publicación, el trabajo ha sido revisado y se han hecho modificaciones mínimas con respecto a la edición 2010, sin embargo, se han eliminando repeticiones y explicaciones redundantes. El cambio más importante efectuado en la obra, además del nuevo formato, es la introducción del término temple, muy común todavía en algunas tradiciones latinoamericanas. Sobre este tema también puede consultarse el libro 1 de la serie en su edición digital 2021.

F. García Ranz                                                                                                                       Tepóztlán, Morelos.                                                                                                                                               Octubre 2021.

 

La guitarra de son. Sones por cuatro, Libro 2°, PDF (v.1.0.1):

 



Grabaciones 

Registros y arpégios   Grab. núm. 1 – 5.             PA01_01-05

 

El piojo   Grab. núm. 6 – 9.                                                 PA02_06-09

 

El colas   Grab. núm. 10 – 14.                                           PA03_10-14

 

El jarabe   Grab. núm. 15 – 20.                                         PA04_15-20

 

Registros y arpégios   Grab. núm. 21 – 24.          PA05_21-24

 

La bamba   Grab. núm. 25 – 28.                                    PA06_25-28

 

El ahualulco   Grab. núm. 29 – 32.                           PA07_29-32

 

La guacamaya   Grab. núm. 33 – 36.                     PA08_33-36

 

Registros y arpégios   Grab. núm. 37 – 40.          PA09_37-40

 

El zapateado  Grab. núm. 41 – 44.                         PA10_41-44

 

El pájaro Cú   Grab. núm. 45 – 48.                           PA11_45-48

 

El balajú   Grab. núm. 49 – 52.                                   PA12_49-52

 

Registros y arpégios   Grab. núm. 53 – 56.          PA13_53-56

 

El fandanguito   Grab. núm. 57 – 60.                        PA14_57-60

 

La morena   Grab. núm. 61 – 64.                                 PA15_61-64

 

Registros y arpégios   Grab. núm. 65 – 66.          PA16_65-66

 

El fandanguito   Grab. núm. 67 – 71.                        PA17_67-71

 

La morena  Grab. núm. 72 – 75.                                     PA18_72-75

 

Registros y arpégios   Grab. núm. 76 – 77.          PA19_76-77

 

El cascabel   Grab. núm. 78  – 83.                                PA20_78-83

 


Grabaciones.  Ejemplos musicales de referencia

El Piojo

  1. I. Medel, J. Zapata e I. Quezadas 1983.  (Grab. F García Ranz)

2.  Son De Santiago 1995. (Discos Pentagrama)

3.  Juan Pólito Baxin 2003. (Grab. Alec Dempster)

 

El Colás

4. Dionisio Vichi, Los Vichi  1999. (Grab. Alec Dempster)

5. Pedro Gil y Luis Campos 1982. (Grab. F García Ranz)

6. Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

 

El Jarabe

7. Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

8. Juan Polito Baxin 2003. (Grab. Alec Dempster)

9. Noé González García, Tacoteno 1967. (INAH-15)

 

La Bamba

10. Dionisio Vichi, …  1976. (Discos Corazón)

11. Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

12. Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

13. Andrés Vega  1992. (Grab. F García Ranz)

 

El Ahualulco

14. Félix y Arcadio Baxin 1998. (Las Voces del Cedro)

15. Juan Polito Baxin 2003. (Grab. Alec Dempster)

16. Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

 

La Guacamaya

17 Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

18 José Palma Valentín, Son de Santiago 1995. (Discos Pentagrama)

19 Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

 

El Zapateado

20 Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

21 Juan Pólito Báxin 2003. (Grab. Alec Dempster)

22 Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

23 Noé González García, Tacoteno 1967. (INAH-6)

 

El Pájaro Cú

24 Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

25 Grupo Chacalapa 2000. (Sones de Muertos y Aparecidos)

26 Nazario Santos, Alma Jarocha del Blanco 1986. (Grab. F García Ranz)

 

El Balajú

27 Andrés Vega, A. Hidalgo y Mono Blanco 1981.  (Discos Pentagrama)

28 Esteban Utrera 2007. (Grab. Alec Dempster)

29 Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

 

El Fandanguito

30  Andrés Alfonso y Julian Cruz, 1963. (Folk. Mex. Vol II, INBA)

31 Dionisio Vichi, Juan Zapata,…  c. 1967. (INAH-15) 

32  Ramón Gutiérrez y Laura Rebolloso 1997. (Son de Madera) 

La Morena

33  Esteban Utrera 1998. (Las Voces del Cedro)

34  Noé González García, Tacoteno 1967. (INAH-15)

35 Juan Regalado,…  2004. (Soneros del Tesechoacán)

 

El Cascabel

36 Andrés Vega 1995. (Sones Campesinos)

37 Isidro Nieves 2008. (Grab. Alec Dempster)

38  Pedro Gil y Luis Campos 1982. (Grab. F García Ranz)

 

 

 

Tlacotalpan

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Tlacotalpan

Angeles Eraña

 

Mariana Yampolsky

Como un abrir y cerrar de ojos. O quizá como una serie de ellos. Por lo veloz de su tránsito. Por su fugacidad aparente. Pero también por su inagotable acontecer, su impalpable presencia. Así el fandango. Acaba pero se queda. La fiesta, esta fiesta. En mí dejó una serie de cortes temporales que se suceden con celeridad. Escisiones que dejan ver trozos y que, al mismo tiempo, forman una única imagen continua que no se detiene. Su recuerdo es por ello como un parpadear.

Aparecen en mi mente miradas profundas, voces antiguas. Todavía escucho el sonido tenaz del perene zapateado. Ese mismo que a tantas desvela. Que el sueño de tantos acompaña. Ese que deja una sensación de oleaje en el cuerpo, en el alma. Percibo aún la música, advierto cómo da vida a los cuerpos. La siento aguzar mi cuerpo, despertar mis sentidos. Miro los torsos, diviso a los pies hablar. Recupero afectos, encuentro nuevos. Atesoro el pasado que me permite acariciar tanta cercanía con quienes hoy son mi familia.

Al cerrar los ojos miro miradas. Muchas. Múltiples. Huelo la alegría, el encuentro desbordado que nos abraza y nos invita a regresar. Mañana, luego, ojalá siempre.

 

Revista en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2

Las rezanderas

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Las rezanderas 

José Samuel Aguilera Vázquez

 

 

SAN JOSÉ DE ABAJO es un ingenio azucarero. La tierra es roja; porosa en tiempos de zafra pero barrialuda en tiempos de agua. El camino que corre rumbo a levante se bifurca y su mano derecha pasa frente al panteón en que descansan los huesos de mi padre. Casi llegando al viejo palo de mango jobo se da el envión a mano zurda, cruza dos arroyuelos, pasa frente al brocal de pozo que construyera Guadalupevelásquez y remata en un caserío; remataba porque ya nomás quedan los huapinoles y el recuerdo de casi nada. 

Hasta aquellos terregonales llevaron sus pasos a Macaria, la curandera de almas, negra espigada siempre de mandil a cuadros ribeteado de encaje blanco. La recibimos con alegría yo, las gallinas y los tecomates.

Luzbravo mi abuela tenía los ojos emocionados como el agua de la jarra en que menguaba su fatiga la visitadora. Cuando Macaria lo dispuso, pasó a la casa grande junto con mi abuela y ordenó señalándome con el arco de las cejas. 

—Tú vente pa’ que ayudes. Entramos. En la cama, toda tapada de pies a cabeza estaba mi tía Paulina temblando de las calenturas. Al pie sobre una silla, un desenfriol y dos mejorales. 

Mi abuela sacó del ropero un cesto con siete huevos de gallina, luego trajo una vela de a real, tres veladoras en vaso grande, un medio de aguardiente y media vara de listón carmín. Macaria metió las manos a su mandil y sacó los ingredientes que de su parte traía; varios alfileres nuevos, dos alcanforinas, tabaco en hoja y unas hierbas desconocidas entre las cuales mi abuela reconoció el azomiate. El resto lo mandaron a buscar conmigo; ramas de cocuite y brotes de mulato. Cuando regresé del patio la casa estaba extrañamente iluminada; eran las doce del día pero parecían las cinco de la tarde. Mi abuela se había cubierto la cabeza con su rebozo de hilo azul y Macaria tenía recogido el pelo por la nuca con un amarre de listón que me dejaba ver dos arracadas de oro. Las veladoras estaban colocadas en ambos lados de la cabecera y una más en la piecera. La vela grande brillaba encima de la cara de Paulina que tenía una cara de mujer en agonía. 

—Se está muriendo pero no lo sabe— dijo Macaria y yo sentía ganas de llorar y de salir corriendo hasta los cañales para decirle a mi tío que se le moría su negra.

—No te muevas hijo —dijo mi abuela tocándome la nuca— pase lo que pase, no te muevas, nomás quédate quietecito en un rincón y reza con tus manitas cruzadas un ángel de la guarda.

Macaria pidió una sábana blanca que mi abuela le entregó y luego solicitó la botella de aguardiente. Le quitó el olote a la botella y le dio dos tragos largos y asentados, luego hizo un buche y lo roció con fuerza sobre del cuerpo inerme de Paulina que se retorció con el aroma.

—No te vayas que todavía falta —dijo Macaria con una risotada y supe claramente que los dos tragos de aguardiente la pusieron borracha porque cerraba los ojos y neceaba con las manos igual que mi abuelo los domingos en la noche que regresaba tragueado de la tienda de Machorro.

La ventana de la casa gimió cuando Macaria comenzó a decir cosas con su voz estropajuda: 

Tú no te muere nega. Si con ala de imán volara con ella me arrejuntaba contigo que lo male que te tratan son mayore por tanta envidia que te tié. Voy a prendé la santa vela del milagro y con su lú te alumbro lo camino: quédese quieta sombra de misterio que la onda divina aluza la oscurana. Santa mare en gracia, princesa quieta que morite del vagido malino de sultán y a media noche recobrate aliento de animá y güelve sin ojo sin tato a soplá la nuca del ejpanto… 

Aquí prendió la curandera un cigarro puro con un cerillo de vela blanca mientras que mi tía Paulina se incorporaba del catre viejo con una mirada sin rumbo en sus ojos perdidos. 

Apiádate purísima María que me arremajo lumbre de humo y de tabaco y subo escalera de marfí en tierra mora ¡ay, Santa Cecilia bendita! virgen y mártir obligada en martirio de amore que sufrite al malino Valeriano y obligá te llevaron a la Roma de lo Césare ¡ay cantadora! Santa como tú e La Madalena; enciende y prende tu labio dulce en ete vino que derramo y a falta de uva, rejponso e caña me conviene que a lomo de mula fermenta guarapo e trapiche.

Paulina se incorporó y se quitó de golpe el camisón quedando al aire su cuerpo de canela como si fuera ella sola sin sus pensamientos y vi el fulgor oscuro de su carne dura iluminado por la lumbre de las veladoras que chisporroteaban por la voz animada de la rezandera 

…Oh piedra legua, júchite cascorbo, pingüica, lezna y faca de Fermine, abredura en roca, debastadora lima, santo machete, sapientísimo Abelardo, prudente Juana, sancocho eterno, braza y talimana; Oh visión que llega, tembladera regia, a ti resisto y rendija soy pó donde cuela café y canela, piedra lumbre, santa laja, imana y generala. Ay vientre dulce de guayaba, retorcida flama… 

En ese punto Macaria envolvió a Paulina en la sábana blanca y tornó a darle buches a la botella y atomizarlos a lo largo de la curada que se fue inclinando sobre el catre como si fuera caña de los caminos, al punto que mi abuela rezaba la magnífica y Macaria cantaba un lelelé prodigioso: 

aleléeee, leléle, lele leléeeee, le, alelé, lele, lele, le lé,leleleeeeeé, lele, le,le, eeeeeeé… 

Cuando la curada quedó totalmente recostada las dos mujeres se tomaron de la mano y mi abuela cerró los ojos y comenzó a recordar sus juegos de chiquilla al mismo tiempo que la morena se estremecía de los hombros y soltaba palabras desmayadas… 

Siento que llega cantando viene que viene y va bali bamá, bantiquera, baltique, yemayá, señor del gallo como retorcida espuma, danelayá, ventisquera, ventí venera veranera, azumaya y acuyá, yerba santa, adormidera por ti mi mano se levanta, tu ere la vara, la que florea, la regidora, sitio y muralla, yo soy camino, arroyo de agua, luna de llama, serpenteadora, collá de monte, noche y aurora, tu ere el humo, leña y pandora, breve esperanza, cama cantora, cantido y canto, ave canora, cañuela etérea, peñón que llora. Mira tu hija resquebrajáa, sin monte y mata, leña mojáa, bejuco y palma, ¡dime que tiene! ¿No sabe náa? ¡perro malváo que te repren¬do, a ropa y pita, la negra e brava y si se enoja a la candela sí que te manda! Así que suelta, dime la gracia, el nombre, el temple, dime la cuadra…!

Se convirtió en silencio la negrura de la casa y en ese mar de calma solo vibraba la oración reposada de mi abuela, al estilo de las viejas parteras de la tierra. 

Santa vara que doblada en el espinazo de nuestro señor amantísimo empapaste tu vena con su preciada sangre, e aquí que te llamo y que te imploro, por tu poder bendito oh santo chicote que a los santísimos varones infundes miedo y pavor, cuantimás a los seres oscurísimos que se atreven a enlodar tu santo nombre y con ello, el vaso sagrado de la fé. Por los cuarenta clavos del aromático madero que se resguardan en secretísimo lugar, imploro tu beneficio y tu fuerza para que ésta tu sierva pueda ser el camino de tu sagrado paso, he aquí que te hago sacrificio en virtud de la sangre simbolizada en mi dolor y te ofrezco vientre fertilísimo para que tu dulce hombría hoy cimbre la cadera de la tierra y con la fervientísima semilla de tus dones, la plata de tu fuerza nos dicte tus magníficos deseos. 

En ese instante despertó de su letargo la oficiante y abriendo los descomunales brazos, miró directamente a los ojos de Paulina, redondos ya como platos. 

Oh santísima malanga que de tu olorísimo sancocho detiene con tu fuerza piquete de culebra y ponzoña de alimaña. Oh ajo bendito; detén la furia que erremete esta casa y que su turbio hedor rebote en el acero de la yagua. Oh vendaval que detiene la bocana y arrebola la crencha e la palma. Retén en el aire la tarasca filosa de la muerte y que esta sierva que me pone en la mano sea salva de todo mal. Te lo pido por la santa gracia que te dinate poné en fuelza de eta tú vasalla ¡Oh señora onipotente! 

Al pronunciarse la última palabra Paulina escupió sin fuerza una pasta rojiza que empapó la sábana. Cuatro pollitos aún sin emplumar también arrojó por la boca y fueron a rodar desguanzados a los pies de ambas rezanderas que al unísono se trenzaron en un rezo circular y sollozante. 

Si limpiaste las llagas de tu hijo, conjura este dolor en la bondá del que te honrra santa fuerza del milagro eterno, rescoldo de Bruñilda, peñón de oro, regio acantilado, barba de elote, invisible ogú, oh santo bembé, mítica fiebre, por tu nombre, por tu santísimo nombre, oh príncipe de los que nada tienen, señor de mis dolores, padre de nuestras lágrimas, sombra e malanga, talimán, gallo berrendo, oblita sacra, misericordia divina y lanza de furor dame tu luz y aleja de esta tu niña todo dolor, toda envidia y por los dones que este día has dispensado recibe de tus siervas gratitud eterna y lealtad a tu divino nombre. 

Todas estas cosas vi y oí. Oí más pero no las recuerdo y vi más pero no quiero contarlas. Solo diré que Macaria abrió los ojos como si hubiera dormido cuatro noches seguidas y con ellos lloró su letanía de perlas blanquísimas porque sabía que esta vez había salido vencedora de la muerte.

Esa tarde, mi tío Pascual tomó las medicinas de patente y las tiró sin rabia rumbo al arroyo del apompo viejo. Cayeron con un ruidito parecido al zumbido de una cigarra, luego se quedaron quietos en el silencio de la hojarasca. Pascual se caló el sombrero hasta más debajo de las cejas y se sentó en cuclillas a la orilla del camino. Lo vi sonreír; mi abuela también reía pero no con la boca sino con los ojos. Esa noche cenamos un conejo y Embajador —mi perro— se dio un banquete con las tripas.

Paulina vivió muchos años. El día de su muerte todos la lloramos… yo todavía la lloro. 

Revista en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2

Acervos en movimiento – Sotavento

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Acervos en movimiento –      Sotavento  INAH

Francisco García Ranz 

 

Félix y Juan Regalado. Ángel González.

 

La colección Acervos en Movimiento, en sus tres vertientes: Huasteca, Sotavento y Tierra Caliente, es un proyecto dirigido por la Mtra. Amparo Sevilla y producido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través de la Coordinación Nacional de Antropología. El proyecto surge a partir de una reflexión colectiva entre músicos, investigadores y promotores culturales, quiénes identificaron una ruptura en la transmisión de los conocimientos dancísticos, líricos y musicales, entre las viejas y las nuevas generaciones de músicos, trovadores, bailadores y danzantes. Publicadas a partir de 2014 en formato digital CD-ROM, estas tres colecciones sonoras, documentadas y acompañadas cada una de ellas de una guía de escucha, buscan regresar a estas regiones parte de su patrimonio musical que se encuentra en las fonotecas más importantes del país, así como de las fonotecas de investigadores y promotores culturales. Además de ser referencias fundamentales para la memoria musical de estas regiones, la difusión de estas colecciones tiene el propósito de servir como material didáctico a la importante labor de quienes se dedican a la enseñanza de las nuevas generaciones de músicos y trovadores. 

La colección del Sotavento

Los 355 registros sonoros seleccionados grabados in situ, interpretados por músicos locales y representativos de las regiones y localidades más importantes de la geografía musical campesina del Sotavento, cubren un periodo de más de 50 años. Las grabaciones más antiguas datan de finales de la década de los años 1950, mientras que los ejemplos más recientes fueron registrados en la primera década de 2000. 

El conjunto de grabaciones realizadas por los etnomusicólogos: José Raúl Hellmer Pinkham, Arturo Warman Gryj, Thomas Stanford, Alejo Yescas y el equipo formado por Baruj Lieberman, Enrique Ramírez de Arellano y Eduardo Llerenas, cubren un periodo de 25 años y representan los acervos sonoros más antiguos conocidos. Aproximadamente el 50% de la presente colección está integrada por ejemplos sonoros de este periodo provenientes en gran parte de los fondos y acervos fonográficos que se conservan en la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); Fonoteca del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical “Carlos Chávez” (CENIDIM); Fonoteca Nacional (CONACULTA); y Fonoteca del Centro de Investigación y Documentación “Alberto Beltrán” (CIDAB).

Cabe mencionar que algunas de las grabaciones incluidas de esa etapa han sido publicadas con anterioridad y son relativamente bien conocidas. No menos importantes en nuestro estado del conocimiento actual de la música jarocha tradicional resultan las grabaciones de campo realizadas en los últimos 25 años. La mitad de las grabaciones seleccionadas e incluidas en la colección corresponden a este segundo etapa y fueron realizadas principalmente entre 1985 y 2010. Este conjunto de grabaciones recientes, muchas de éstas publicadas otras inéditas, viene a complementar de manera significativa nuestro conocimiento de los diferentes estilos y particularidades musicales de otras regiones al interior del Sotavento, localidades e interpretes importantes que no habían sido registrados anteriormente. Ese acervo representa el fruto de iniciativas diversas, algunas personales o independientes como es el caso de la importante colección de Alec Dempster especializada en la región tuxteca (2001-2008) o de las grabaciones producidas por José Félix y Rubí Oseguera de la música de la región sureña del Sotavento; otras por iniciativa institucional como es el caso del acervo formado y publicado entre 2001 y 2010 a través del Programa de Desarrollo Cultural del Sotavento (CONACULTA), y conformado por los trabajos de campo de diferentes investigadores que se han sumado para completar el panorama geográfico y musical del Sotavento. De igual manera, la presente compilación se ve enriquecido con grabaciones de proyectos independientes publicados pero poco conocidos, como es el caso, por ejemplo, de los casetes: Sones Campesinos de la Región de los Tuxtlas (1995), Son de Santiago Vols 1 y 2 (1996 ) y Homenaje a Los Juanitos del grupo Cultivadores del Son (1998); o de los discos compactos: Las voces del cedro (1998), Soneros del Tesechoacán (2004) y Pilares del Viejo Son (2010). Se suman también algunas grabaciones registradas por Radio Educación durante los Encuentros de Jaraneros en Tlacotalpan Veracruz, en particular las realizadas en sus primeras ediciones durante la década de los 1980. 

Como parte de la colección se ha incluido una selección de programas de radio de la serie Folclor mexicano de Radio UNAM, producidos entre 1962 y 1964 por José Raúl Hellmer sobre temas relacionados con la música del Sotavento. Así también se incluye el programa especial sobre don Arcadio Hidalgo realizado por Felipe Oropeza y emitido por Radio Educación en 1979, así como una entrevista de Isidro Nieves grabada en 2008 por Alec Dempster en San Juan Evangelista.

continúa…

 

Revista en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2

Registros de laudería antigua

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Registros de laudería antigua

Ruy Guerrero

 

La memoria, elemento crucial de la identidad. Ahí está la clave. Así, mostrar algunos ejemplos de instrumentos jarochos “antiguos”, resulta de vital importancia. Sobre todo hoy que las jaranas y guitarras de son se han popularizado y cuya construcción y ornamentos se han estilizado y tecnificado grandemente. 

Se muestran a continuación registros fotográficos, medidas y observaciones de dos instrumentos que he tenido la oportunidad de registrar, provenientes de San Andrés Tuxtla y Hueyapan de Ocampo, Ver., y conservados prácticamente intactos desde 1978 y 1980, respectivamente. Se trata de una jarana primera, de acuerdo con la clasificación local de San Andrés Tuxtla, y una guitarra de son.

Hoy en día, muchos de los instrumentos antiguos sobrevivientes han sido reparados o reconstruidos modificando en ellos aspectos que parecen menores (como la posición del puente o el tamaño de la boca acústica), buscando una sonoridad más aguda y brillante, y cambiando las características acústicas del instrumento antiguo apreciadas seguramente en otro tiempo. Por otra parte, plantillas tomadas de instrumentos antiguos también se han utilizado para la construcción de una nueva generación de instrumentos con características modernas: brazos largos y más esbeltos, bocas de mayor diámetro, trastes de metal, además de nuevos elementos ornamentales, quedando así diluidos, en mayor o menor grado, los rasgos locales característicos del instrumento. Aprovechamos esta sección para llamar a la reflexión sobre la diversidad sonora, estética y estilística de las jaranas y guitarras antiguas, de las cuales espero escribir con mayor profundidad en otra ocasión.

continua…

 

Revista No. 11 en formato PDF (v.11.1.2):

 

Artículo suelto en formato PDF (v.11.1.2):

mantarraya 2

Los violineros

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Los violineros

Andrés Moreno Nájera

 

Deborah Small

El violín en los Tuxtlas fue un elemento que no podía faltar en un huapango, construido de manera rustica en la mayor parte de los casos, vaciados como se hace con  las jaranas, pegado con sajcte en los tiempos en que no existía el resistol, cuyo arco o vara se tallaba con sangre de palo mulato para poder sacarle los sonidos.

Instrumento relacionado con el mundo cosmogónico del campesino en estas tierras de encantos y de magia, cuya función era alejar el mal o al “amigo” de la fiesta para que no hubiera violencia, generada en muchas ocasiones por el apasionamiento de los músicos y cantadores.

De la década de los sesenta para atrás había muchos músicos en las comunidades y varios ejecutantes de ese instrumento, ya que la música cubría parte de las necesidades cívico-religiosas en los asentamientos nahuas y mestizos de nuestra región. 

Se tenía la idea que cuando moría una persona los ángeles lo recibían con música, por esta razón ellos lo despedían del mundo terrenal con música y cantos. Se tocaba durante el deceso, en la media velada, (siete días), durante el novenario en el levantamiento de la cruz, a los cuarenta días con el recogimiento de la sombra y en el cabo de año, en el despojo del luto.

También la música estaba presente en una velación de santos, en las bodas, en las entregas, o amenizando la fiesta de la comunidad, en cada una de ellas no podía faltar la presencia del violinero.

En cada comunidad había más de uno, así se pueden mencionar a Genaro Sixtega y Tranquilino Malaga en Tepancan, Rodolfo Cobix y Manuel Catemaxca en Texcaltitan, Ignacio Bustamante en Buenos Aires Texalpan, Pascual Mozo en San Isidro Texcaltitan, Santos Escribano en el Nopal, Rosendo Escribano y su hijo Carlos Escribano en Benito Juárez, Modesto Xolo en San Andrés, Santos Xolio en los Méridas, Sabino Toto en Xoteapan, entre otros, la presencia de ellos daba tranquilidad y estabilidad emocional en los músicos de un huapango.

El oficio de músico se trasmitía de padres a hijos y no era remunerado económicamente, pero se compensaba con la buena atención hacia ellos y sus acompañantes, la generosidad de la gente les procuraba alimentos (tamales, pan, tatabiguiyayo, pinole, etc.), para ese momento y para llevar a casa. En más de una ocasión eran compensados también con gallinas, huevos, maíz, frijol, queso, plátano, etc.

Al perderse las razones que hacia posible la presencia del violín, se fue perdiendo el gusto por su ejecución y su alejamiento de los huapangos.

Genaro Sixtega fue un violinero de la comunidad de Tepancan recordado por los ancianos del lugar, quien desde muy joven aprendió a tocar, según ellos el instrumento más fácil, tocaba un medio violín que emitía un sonido dulce de las cuerdas de tripa de su época, trascendiendo a distancia las notas de esos viejos sones de rancho.

Cuando un niño moría ahí estaba presente tocando piezas extrañas que solamente los músicos de antes sabían, lo hacía con respeto y seriedad. Se guardaba un silencio profundo y en las notas de los instrumentos parecía escucharse el llanto del niño con esos antiquísimos sones que solo ellos conocían y que casi no se cantaban. 

Solo era interrumpido el silencio espontáneamente por el ruidoso llanto de la madre que se extendía a otras mujeres, pero los músicos inmutables seguían con su cometido y se volvía a restablecer la quietud.

Don Genaro tocaba también la jarana y la guitarra de son, pero se inclinaba más por el violín porque le parecía más sencillo y le gustaba hacerlo hablar, además enseñar a los jóvenes que tenían interés por la música, Félix Cagal, con sus ochenta años encima continúa tocando, lo que su tío le enseño de niño, el es sobrino nieto de aquel legendario violinero.

Le gustaba limpieza en la ejecución y mantener el ritmo, por esta razón en los huapangos era animoso, guiando a los demás músicos, conservando el ritmo cuando algún bailador correteaba la música, no dejando que la descompusieran.

Hoy día la presencia del violín está casi desaparecida, solo se cuenta con un reducido número de ejecutantes todos ellos mayores de ochenta años que ya cansados por la edad y el trabajo no desean participar en los huapangos.

La esperanza es que el joven músico Joel Cruz Castellano, quien aprendió la ejecución de este instrumento con estos últimos maestros, no cese en su intento de transmitir el conocimiento aprendido entre los jóvenes y niños de Santiago y San Andrés Tuxtla, con la intención de recuperar la presencia del violín en los huapangos de la región.

 

Revista #11 en formato PDF (v.11.1.2):

 

Artículo suelto en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2

 El tañido de una noche

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

El tañido de una noche

 

para Toño (García de León) e 

Hilario (Diez Campos)

Alvaro Alcántara López

 

Pienso que pudo haber sido exactamente un día como hoy, pero de hace 25 años. Habíamos llegado por la tarde noche a un pueblo en rebeldía, un pueblo habitado por mujeres y hombres que decidieron confrontar al poder y oponerse contundente y enérgicamente a la construcción de un club de golf: Tepoztlán, Morelos. 

 El impulso de aquella visita fue sumarse a una constelación de amigos y conocidos, habitantes y vecinos de aquel pueblo, que habían tenido la magnífica idea de hacer un fandango para acompañar –desde la inteligencia y emoción que surge de la fiesta– la lucha por la defensa de aquel pueblo. El fandango dio comienzo entre titubeos y una emoción contenida ante la posibilidad de aquella celebración en la húmeda plaza del pueblo. Para ese entonces hacía varios años ya que una migración de jarochos y adeptos al son jarocho y fandango se había instalado entre estos cerros del estado de Morelos. No de en balde Tepoztlán se había convertido en el cobijo de uno de los grupos estelares del emergente movimiento jaranero. 

Nada o casi recuerdo del transcurrir del huapango. Sí, que poco antes de terminar, varios de los compañeros soneros subieron a la tarima a bailar un son de a montón, entre risas y desparpajo. En algún momento de la primera madrugada el fandango concluyó sin mucha convicción, pero sí con el cansancio campeando sobre nuestros cuerpos. Tras varios intentos por despedirnos para ir a dormir (cuando parecía que finalmente se lograría el cometido tras algunos intentos previos y fallidos, un nuevo son aparecía, testarudo y enajenado en alguno de nuestros instrumentos, para volver a prolongar la despedida) contundentemente alguien dijo “uunaaa” y solo entonces, como si una voluntad férrea nos ordenara, ahora sí, a emprender el rumbo, empezamos a caminar con decisión, dejando a nuestras espaldas una tarima ahora vacía. Los otros sobrevivientes de la fiesta tomaron el rumbo opuesto. Parecía llegar a su fin aquella jornada fandanguera de diciembre de 1995. No sería así.

Tal vez sólo fueron unos metros los que avanzamos en nuestra caminata, tal vez muchos, no tengo manera de saberlo. Y así, mientras orientábamos nuestros pasos para remontar las faldas de aquellos viejos cerros y sin que hubiese forma de haberlo presentido, justo al lado mío, se escuchó el rugir de una voz potente y recia que volviendo el cuerpo en dirección a la tarimba que recién nos había cobijado, estampó en el viento un tañido sostenido, a la manera de las zalomas que antaño se escuchaban en los mares de viento y vela o en la inmensidad del desierto y la sabana. Fue imposible no voltear maravillados, siguiendo los rastros que aquella voz dejaba en su camino, en busca de quién sabe qué o de quién sabe quién. Al recordarlo pienso que aquel tañido era, tal vez, la voz de la fiesta misma … queriéndonos comunicar algo.

La que sonaba vibrante y gozosa haciendo piruetas en el aíre era la voz de Hilario. No hubo tiempo para esperar. Tan inesperada como la primera, y a una distancia lo suficientemente amplia para que los cuerpos en la noche fueran apenas lucecitas animadas, otra voz igual de potente, igual de mágica, igual de fantástica, le respondió a la primera. Era la voz de Toño que, distante a varios cientos de pasos, respondía animosa a aquel llamado. Y así, aferradas a un fandango que aún no se cerraba, engordando al silencio y entonadas por fantasía, aquellas voces se quedaron abrazadas más allá del respiro, desprovistas de tiempo.

Abatimiento de voces a manera de despedida –no imaginaba que esta fuera una posibilidad en el lenguaje. Luego, volvimos en nosotros y el silencio sonó otra vez más recio que el mundo. Los dos hombres viraron sus cuerpos y continuaron la caminata en busca de su destino, como si nada hubiera pasado. Nosotros hicimos lo propio acompañando los pasos de Hilario, ese Hilario luminoso, de sol infantil y de corazón generoso, con el que yo he decidido quedarme. Nada se dijo después o nada recuerdo que se haya dicho –que es casi lo mismo. Sólo seguimos caminando hasta que nos llegó el sueño en la fría noche de aquel diciembre tepozteco.

Aquella voz antifonal armonizada, de dos que se hicieron uno en aquel tañido, se quedó en la noche y se quedó en mí como una caricia a ritmo de bolero, inscrita con carimbo en el recuerdo de mis días. Y me acompaña de cuando en cuando, cada cuarto de siglo o cada nueva ocasión que tengo de volver mirar aquellos cerros y visitar a los queridos amigos que allí sigo teniendo. Aquel abatimiento de voces a manera de despedida sigue sonando en mí, como un fandango que se sueña en un tiempo que no se cierra, como una voz que en el futuro sigue inventando su recuerdo.

 

Revista en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2

Del campo son. Un breve acercamiento

La Manta y La Raya # 11                                                    septiembre 2020 ________________________________________________________________________

Del campo son                                       Un breve acercamiento

Presentamos aquí una muestra del libro de fotografías e historias que lleva por título Del campo son. Historias de músicos del municipio de San Andrés Tuxtla, Vol 1, en el que se reúnen crónicas e imágenes de diez músicos campesinos de esta región de Los Tuxtlas. Ellos son: Félix Baxin Escribano, Bonifacio Temich Chibamba, Luciano Temich Xolo, Panuncio Catemaxca Memechi, Arcadio Baxin Escribano, Gumercindo Linares Hernández, Candelario Cota Toto, Sabino Toto Ceba, Lucio Canela Hernández y Pascual Toga Silverio. 

Un proyecto notable con la participación de varios entrevistadores: Julián Alarcón Coss, Alddo Vázquez Flores y Blanca Rosa Moreno Dominguez, así como un buen número de transcriptores. La edición del libro de excelente calidad estuvo a cargo de Elisa T. Hernández y Rocío Martínez Díaz. No solo toda la fotografía, también el diseño y las ilustraciones del mismo estuvieron a cargo de Natse Rojas Zárate. 

Se presenta en Las Perlas del Cristal una selección de imágenes de Natse y algunos testimonios de tres de estos músicos: Pascual Toga Silverio, Lucio Canela Hernández y Candelario Cota Toto. Incluimos la nota editorial que Elisa T. Hernández hace de este magnifico trabajo, que representa de facto un legado para la memoria de la cultura regional y también, como Elisa propone: un material para posteriores estudios del tema o para el análisis de estas historias con otra mirada.

 

Del campo son.                                                                                                              Historias de músicos del municipio de                                                                             San Andrés Tuxtla. Vol I. 

Nota editorial

Este material colecta vivencias humanas extraídas de la memoria de músicos campesinos de la región de los Tuxtlas en Veracruz, testigos de primer orden de la historia de su comunidad. Por distintos factores, como el desinterés o la falta de recursos, no se había hecho este acopio y dada la avanzada edad de los entrevistados nos era apremiante registrar su historia oral llena de saberes.

Para estas crónicas no queríamos una transcripción literal de las entrevistas hechas, que sabemos tienen valor incalculable de carácter antropológico e histórico, sino que queríamos generar relatos que se disfrutaran como quien lee un cuento de abuelos; en ese sentido hay subjetividad en los textos finales. Pero les notificamos que preservamos íntegramente el material original para posteriores estudios del tema o para el análisis de estas historias con otra mirada. Esta es la nuestra.

Las entrevistas y las fotografías se lograron gracias a la amistad y el fuerte lazo que la música generó. El siguiente paso complejo, en el que intervinieron muchas personas, fue generar las transcripciones de los audios. Aunque se intentó que fueran fieles y literales a las grabaciones, la falta de experiencia, la diversidad de criterios para plasmar los textos y lo inaudible o embrollado de las voces —en unos casos— generó toda una gama de escritos primigenios que había que uniformar para darles un sentido más literario que literal en beneficio del lector final. Así que para generar las crónicas lo primero que hicimos fue prescindir de las preguntas, entonces dejamos las respuestas y las completamos con los sujetos o hechos a los que aludía el entrevistador, tratando de conservar la originalidad y la autenticidad del testimonio.

Posteriormente se hizo la edición, en donde se eligieron las crónicas que aparecerían en el libro. Algunas veces los músicos nos contaron anécdotas anidadas en otras anécdotas, todas valiosas, así que con el propósito de no descartarlas y generar una lectura fluida, las deshilamos y les dimos un espacio propio. Ahí de nuevo transgredimos la voz original con un propósito literario, pero sin generar historias ficticias. Asimismo, la edición consistió en sortear las muletillas y repeticiones inherentes a la oralidad, erratas y errores de transcripción. También, en la medida de lo posible, tratamos de evocar la forma de hablar de los entrevistados por lo que utilizamos apóstrofos en palabras como chinga’o, pa’llá, pa’cá, ‘toy para emular la omisión o debilitamiento de sílabas y letras; con frecuencia también nos enfrentamos a la disyuntiva de corregir o no la concordancia en el género y el número, pues en su hablar constantemente anteponían artículos masculinos a sustantivos femeninos, pluralizaban lo singular y viceversa, enmendamos sólo cuando fue necesario para que no perdiera sentido la oración transcrita. Además, en un par de crónicas solicitamos ayuda para revisar el náhuatl pipil que aparece.

En el libro aparecen las historias que nos contaron referentes al campo, la cosecha y la vida cotidiana en torno a una casa de vara y zacate; a sus vidas de niños colmadas de juegos y trabajo; a sus abuelos, padres, hermanos, esposas e hijos; donde nos narran cómo fue su primer instrumento, cómo empezaron a tocar su música y algunas crónicas de huapangos de otros tiempos; de las comidas y las bebidas de su región; de los animales de monte, de los zacatales, montes y arroyos que ya no se ven porque entró la rodada o el cultivo de caña; de su medicina tradicional y del encanto.

Elisa T. Hernández                                                      Coordinadora editorial

 

Una leve mirada

Una fotografía es el resumen de toda una historia, es un momento preciso a partir del cual podemos descifrar, imaginar o crear muchas más historias. Este primer volumen del proyecto titulado Del campo son. Historias de músicos del municipio de San Andrés Tuxtla contiene una serie de retratos que no pretenden más que mostrar los rostros de quienes narran las historias que aquí se cuentan. Retratos sencillos hechos en el cotidiano que emplean como fondo el propio entorno de los músicos.

En mi andar fotográfico, ninguna experiencia había sido tan gratificante y bella como la de retratar a quienes son portadores y transmisores de la música que tantas satisfacciones, experiencias y amigos me han dado. Además, al hacerlo en la intimidad de sus casas —contexto distinto a un huapango— uno puede conocerlos un poco más mirando sus espacios, sus gustos, sus tratos familiares, etcétera.

De todas las ramas de la fotografía, el retrato es el que resulta más íntimo e intimidante, ya que es la forma en que se pueden descubrir los misterios que encierra una persona: una leve sonrisa, el brillo en los ojos, una mueca, el ceño fruncido… y es como la persona retratada puede ser “descubierta”. Retratar a quienes no están familiarizados con una cámara, pero no tienen nada que esconder fue a la vez el mayor reto y lo más divertido. Conseguir la confianza casi instantánea para lograr que se movieran —un poquito a la derecha, un poquito a la izquierda, para atrás, para adelante, parados, sentados—, sin que cuestionaran para qué, a pesar de que les pareciera extraño; lograr que sonrieran y que no estuvieran rígidos, venciendo su timidez y sus nervios; tuvo que ver con la convivencia y el trabajo previo que hicieron Julián y Alddo, pues sabían las palabras clave para liberarlos de esa rigidez acrecentada por las constantes visitas de quienes van, los retratan y no vuelven nunca.

Natse Nindú Rojas Zárate / Fotógrafa

 

Revista en formato PDF (v.11.1.2):

 

mantarraya 2