La Manta y La Raya # 14 marzo 2023 ________________________________________________________________________
Aquellostríos rancheros de los años 1980
Francisco García Ranz
Introducción
Ahora con la publicación de Guinda 1982, grabaciones de campo y textos disponibles a través de la Fonoteca de La Manta y La Raya, me resulta más fácil escribir sobre los tríos rancheros que conocí en Tlacotalpan y Santiago Tuxtla entre 1981 y 1983. Estos conjuntos jarochos de músicos campesinos con guitarra de son y dos o tres jaranas, ya en vías de extinción para ese entonces (aunque yo no lo sospechaba), se convierten para finales de esa misma década en vestigios y recuerdos inclusive de un pasado remoto. De los cuatro trios a los que me voy a referir solamente uno, el trío de don Guadalupe Casarín del rancho El Marqués (muy cerca del 6 de Enero), municipio de Tlacotalpan, continuó activo, participando todavía en las parrandas y fandangos de fin de año de su comunidad hasta los inicios de los años 2000. Considero que con ellos terminó una época importante de música jarocha campesina de gran riqueza, asociada geográficamente con músicos campesinos de las “tierras bajas” de las faldas de Los Tuxtlas, una región intermedia entre las “tierras altas” tuxtecas y los grandes llanos, “un cruce de caminos histórico” parafraseando al maestro Alvaro Alcántara, conformada por una población mestiza, menos indígena y tal vez más afromestiza con respecto a la población de las “tierras altas”.
La guitarra de son,Sones por cuatro Libro segundo Edición Digital 2021
Francisco García Ranz Ramón Gutiérrez Hernández
Presentamos una segunda edición, ahora digital del libro II La guitarra de son, sones por cuatro. Una primera edición de esta obra la publicó el Taller La Hoja en 2010 con un pequeño tiraje; alrededor de 300 ejemplares salieron a la luz pública. A 10 años de su primera publicación, el trabajo ha sido revisado y se han hecho modificaciones mínimas con respecto a la edición 2010, sin embargo, se han eliminando repeticiones y explicaciones redundantes. El cambio más importante efectuado en la obra, además del nuevo formato, es la introducción del término temple, muy común todavía en algunas tradiciones latinoamericanas. Sobre este tema también puede consultarse el libro 1 de la serie en su edición digital 2021.
F. García Ranz Tepóztlán, Morelos.Octubre 2021.
La guitarra de son. Sones por cuatro, Libro 2°, PDF (v.1.0.1):
La Manta y La Raya # 10 marzo 2020 _________________________________________________________________________
El otro *
Tomás Segovia
Hasta el cuarto donde estoy tratando de proseguir mi tarea de traducción, me llegan desde la huerta las voces de Jesús y don Andrés. Imposible continuar, hablan demasiado alto. No les es tan fácil entenderse, en ese español que cada uno usa de diferente manera: el uno a la manera del huertano murciano, que llaman panocho; el otro a la manera del campesino veracruzano que llaman jarocho. Sin darse cuenta, van subiendo cada vez más la voz, como si así se dieran a entender mejor. Panocho y jarocho riman, pienso bobamente. No son las únicas cosas que han rimado aquí estos días, que nos han dado repetidamente esa gozosa sorpresa saboreable que da una rima bien encontrada.
Don Andrés, sesentón con gafas, algo mayor que Jesús es, como éste, campesino hasta los huesos. Pero además toca la jarana, la guitarra de son y sobre todo la jarana requinto. Nunca ha visto un pentagrama y apenas podría poner por escrito, a trompicones con ortografía, las coplas que canta de memoria. Pero estoy seguro de que si yo hiciera oír a algún culto ciertos fragmentos de improvisaciones suyas al requinto que tengo grabadas, lo pondría en un aprieto preguntándole si son o no son de Bach. Su padre fue músico, su abuelo fue músico, algunos de sus hijos son músicos y sus hijas bailadoras. Uno de ellos, Octavio, de 22 años, está con él. Toca los mismos instrumentos que su padre, y maravillosamente, el arpa veracruzana. Forman parte de un conjunto que toca sones de su tierra y que desde hace unos años, en la ciudad de Veracruz (en el puerto como dicen ellos), se dedica a recoger y transmitir esa tradición, no sólo rescatando coplas y músicas de esa parte de México, sino enseñando a construir los instrumentos, a tocarlos, y a bailar esos zapateados con el torso inmóvil y suelto que son típicos de la región. El conjunto vino hace poco a la Exposición de Sevilla, donde por supuesto no les hicieron ni mucha publicidad ni mucho caso. El alma del grupo y promotor de esas actividades que acabo de decir, Gilberto, es viejo amigo mío, y después de Sevilla él y otros vinieron a verme a mi casa de la huerta, murciana. Se alojaron allí porque los presupuestos, ya se sabe, los de México y España como los de cualquier país, tienen demasiados gastos de publicidad, ceremonias, visitas oficiales, instalaciones, personal administrativo, para poder pagar un modesto hotel a unos músicos extraordinarios pero de poco valor político-publicitario, campesinos ellos, provincianos ellos, y que de todos modos van a tocar porque, Dios los perdone, aman más la música que el dinero y hasta que las entrevistas en la televisión o en las revistas a todo color.
La aman tanto, que en mi casa no paraban de tocar a cualquier hora y sin necesidad de ningún pretexto. Pero yo tengo en Murcia, algunos amigos tan poco postmodernos como estos jaraneros, tan atrasados de noticias que siguen entusiasmándose con la buena música, la buena pintura, la buena literatura, con la autenticidad, la calidad y la verdad, y siguen creyendo, los muy ingenuos, que esos son valores que algunas cosas tienen de por sí, no porque se los hayan conferido las bienales, los catálogos y currícula, las famas o las modas o las connivencias con el poder. De modo que se apasionaron cuando oyeron tocar a estos jarochos, comprendieron enseguida que en aquella música que no habían oído nunca había la misma verdad que en la que tanto habían oído en la voz de la Niña de los Peines, de Bernardo el de los Lobitos y del Agujetas. Y se propusieron con asombrosa tenacidad que el grupo fuera invitado a tocar en público en Murcia, y de ser posible en otros sitios de España.
Bueno, pero no fue fácil, cosa que a mí desde luego no me extraña nada. Ni fácil, ni muy agradable. El festival de folclore del Mediterráneo que se organiza en Murcia, dijo primero que sí, luego que no, luego otra vez que sí, regateó el dinero desoladoramente, los ninguneó de mil maneras y llegó al extremo de que la tarima sobre la que debían zapatear tuvieron que encargarla y pagarla deprisa y corriendo nuestros amigos murcianos. La embajada de México aceptó gastar una pequeña suma que apenas cubría el transporte y el alojamiento (pero también en Madrid había bastantes amigos para alojarlos, siquiera en colchones en el suelo, distribuyéndolos entre varias casas). Cuando ya los músicos estaban en España, la embajada decidió ahorrar esa suma ridícula y no se tentó el corazón para no cumplir la oficialmente prometido. Menos mal que la Caja de Murcia y la Casa de América salieron al quite. De otro modo no habrían podido cubrir ni siquiera los gastos de transporte que ya habían hecho; don Andrés por lo menos no hubiera podido pagar esa deuda, porque este año, en México como en España, la cosecha no ha sido buena.
Pero lo importante es que acabaron por venir, que acabaron por tocar y cantar, y que Jesús y don Andrés acabaron por hablar. No necesitaron gran promoción ni patrocinio para acabar, cada vez que tocaron, despertando el entusiasmo emocionado de quienes los escucharon, como Jesús y don Andrés no necesitaban en realidad subir la voz para entenderse: ese mutuo descubrimiento real no es estentóreo. Todos los que presenciamos esa brusca llama de amistad entre los dos campesinos no lo olvidaremos nunca. Jesús estuvo todos esos días con las enjutas mejillas encendidas, los ojos relumbrantes, la boca sonriendo o riendo de par en par, los brazos casi siempre alzados como si esas explicaciones que daba con la sonora alegría con que se da una buena noticia, no quisiera sólo decirlas, sino bailarlas. Apenas podía creer que ese músico que tanto habíamos esperado, que aplaudíamos a rabiar, que había grabado casetes, fuera un hombre de la tierra como él, menos familiarizado incluso que él con la televisión, los aviones, los coches, que no podría ir a sus sembrados en vespino (1) como él, porque nunca se ha subido a uno, sino que sigue yendo a caballo hasta su milpa. Don Andrés, cuando no estaba punteando su requinto por algún rincón, deambulaba por la casa haciendo tiempo hasta la llegada de Jesús, para irse entonces con él a la huerta y sentirse por fin a sus anchas. Parece mentira, pero fue la semana pasada, después de esos famosos 500 años, cuando un huertano español enseñó a hacer injertos a un campesino de América, que a su vez explico a aquél cómo se cultiva el café.
Esto no sucedió en ningún “foro”, ni entre dos aparatosos discursos, ni ante las cámaras de televisión. Sucedió entre dos hombres, y sucedió entre dos culturas que esos hombres, como sus frutales, sus hortalizas, han chupado de la tierra y no de la publicidad o de la enseñanza patriótica con sus fórmulas propagandística, sucedió en medio de unos amigos sin ningún programa ni ambición particulares, en la penumbra olorosa de la huerta, en una clase de libertad de la que estamos perdiendo hasta la memoria.
El día que tocaron en el pueblo, don Andrés se acercó al micrófono tropezando un poco con él, para dedicar su improvisación “a un amigo que se llama Jesús”. En ninguno de los interminables discursos que las celebraciones de Quinto Centenario han hecho pulular, puede sonar así la verdad en la palabra “amigo”. Don Andrés acabó por decir “patata” en lugar de “papa”, para que le entendieran. Jesús aprendió que el higo chumbo se llama tuna y comió nopales, o sea, pencas de chumberas (que tampoco llama así, sino “paleras”), que abundan en su tierra sin que nadie sepa que se comen.
¿Encuentro de culturas? Pero ¿dónde se produce? Ningún programa oficial enseñará eso a unos campesinos separados por un océano. Yo sigo convencido de que este encuentro de verdades hubiera podido producirse sin las pocas coincidencias relacionadas con la celebración que lo favorecieron, gracias a otras coincidencias que hubiéramos aprovechado o provocado, como lo hicimos en realidad. Es cierto de todos modos que tal como sucedió, esas coincidencias existieron y ayudaron. Pero tuvimos que luchar bastante, y esa lucha era contra las instituciones encargadas, según declaran de favorecer ese encuentro. Sé que puedo aceptarse que vaya lo uno por lo otro. Sólo que por eso mismo no hay que olvidar que hay lo uno y lo otro, y yo por supuesto no me atrevería a hacer balance, pero ese balance existe.
(*) Este texto aparece incluido en el libro Monogramas, recopilado por Juan Pascoe y editado en segunda edición por la Universidad Veracruzana en su colección Ficciones. La primera edición de Monogramas fue hecha por el taller Martín Pescador en 2004. Los editores de La Manta y La Raya agradecemos la generosidad de María Luisa Capella quien nos autorizó reproducir este texto del maestro Tomás Segovia. De igual manera queremos hacer patente nuestro agradecimiento con Francisco Segovia y Juan Pascoe por sus amables gestiones.
(1) Se refiere a un ciclomotor de patente española también conocido en México como bici-moto. Las cursivas son de los Editores.
La Manta y La Raya # 10 marzo 2020 ________________________________________________________________________
La vergüenza me sujeta. Relato de vida de Andrés Vega Delfín
Una entrevista realizada por Armando Herrera Silva y Román Güemes Jiménez
Nota introductoria
El presente texto es una entrevista grabada en audio en septiembre de 1994 en Boca de San Miguel, municipio de Tlacotalpan, Veracruz, en casa de la familia Vega Delfín. La transcripción se realizó a lo largo de los tres años siguientes. El texto es fiel al relato de Don Andrés Vega Delfín. Sólo se ordenaron los temas y se eliminaron algunas expresiones reiterativas.
A veintisiete años de haberse realizado esta entrevista, adquiere especial relevancia, en este 2021 que el Güero Vega cumple 90 años, habiéndose consolidado él mismo como verdadero arista popular, convertido ya en un referente del son jarocho; un intenso movimiento jaranero que en ese momento estaba en ciernes y que hoy ha trascendido las fronteras nacionales; una recuperación sin duda dela fiesta del fandango, además de muchos seguidores que ahora tiene el Güero Vega, inmersos en el mundo del son jarocho y la fiesta del fandango.
En este texto, encontramos un relato ameno, fresco y muy divertido, aunque a la vezdramático en algunas partes, del acontecer del sotavento veracruzano. Los temas que aborda tienen que ver con la visión de la vida, el trabajo, el entorno natural, la familia y por supuesto, la música y la fiesta del fandango; implican una historia local que sin duda, podemos extrapolarla al hoy casi extinto mundo rural en México.
Por otro lado, hay que decir que hoy, la familia Vega es un pilar fundamental del son jarocho, no sólo por el estilo inconfundible que al son le ha dado Don Andrés Vega Delfín, sino también porque muchos de sus descendientes de segunda y tercera generación son parte imprescindible del mundo del son jarocho.
Por último, comentaré que esta entrevista es parte de una serie de relatos que denominamos “Testimonios del Mago Papaloapan”, en los que se hizo registro de las historias de vida de varios músicos y poetas de la Cuenca del Río Papaloapan, en el sur del Estado de Veracruz, realizados por Román Güemes Jiménez y un servidor, entre 1994 y 1996.
Vaya pues el presente relato como homenaje a este patriarca del son que mucho le ha aportado a la música popular de México.