La Manta y La Raya # 12 marzo 2021 ________________________________________________________________________
Fandango Feminista
Un espacio comunitario seguro y de respeto.
Julia López Valenzuela
Dolor y enojo: el patriarcado
El sábado 12 de noviembre de 2016, organizamos el primer Fandango Feminista en Punto Gozadera, un restaurante, foro, galería, punto de encuentro donde convergía gran parte del movimiento feminista de Ciudad de México en ese momento. Ubicado en el mero centro, este espacio transfeminista abría sus puertas a talleres, conversatorios, encuentros, asambleas, obras de teatro, conciertos, fiestas, proyecciones, exposiciones, donde se expresaban diversas voces feministas.
En esa época comencé a darme cuenta de un dolor muy profundo que de tan antiguo y constante, había terminado por normalizar. Ese dolor me tenía a mí y a la sociedad entera, partida por la mitad y lo hice más consciente cuando, por azares del destino, la vida me llevó a conocer a unas personas muy valiosas y fuera de lo común con quienes me identifiqué profundamente. Aprendí a cuestionarme de pies a cabeza y a cuestionar a la sociedad machista que me tenía tan achicopalada.
¿Por qué existe el género? ¿A quiénes les conviene dividirnos? ¿Por qué tenemos que escoger entre sólo dos formas de ser? ¿Quiénes tienen el poder y por qué? ¿A quién le agrede la diferencia? ¿Quién puede sentirse agredidx porque yo sea quien soy? ¿Qué es lo que me hace sentir tan sobajada? ¿Por qué tengo esta percepción de mí misma? ¿De quién es esa voz que tengo tan adentro de mí, que me hace sentir incapaz, que me hace ver como impostora, que me juzga y me rebaja, para la que nada de lo que yo haga será suficiente, la que me exige constantemente justificar mi lugar en el mundo, la que me pide explicaciones?
Esa voz es la voz del patriarcado. Ese señor enojado, blanco, rico y amargado -y hetero- que lo tiene todo y siempre quiere más. Tiene tanto poder que siempre (o casi siempre) consigue lo que quiere… y lo quiere todo. Tiene tanto poder sobre nosotrxs que ha logrado incluso instalarse en la conciencia de las mujeres, las disidencias sexogenéricas y las personas más oprimidas para convencerlas de que están en el justo lugar donde pertenecen y de que ahí se deben quedar. Comencé a identificar todas esas opresiones gratuítas que yo misma me imponía obedeciendo a esa voz machista y empecé a cuestionarla, a cuestionar sus fundamentos, sus derechos sobre mí.
Autorreconocimiento y vínculos: una idea
Llevaba ya unos meses frecuentando este y otros espacios. Conocí y traté con personas muy valiosas con las que me sentí tan identificada que decidí dejar mi paradisíaca ciudad Xalapa, Veracruz, para venir a vivir a esta catastrófica Ciudad de México y continuar aprendiendo y desarrollando vínculos importantes para mí, reconociéndome y cuestionando todo. Estaba feliz pues había encontrado al fin una comunidad con la que me sentía completamente cómoda y segura de ser quien soy. Comencé a familiarizarme con las teorías cuir y el activismo transfeminista, con la disidencia sexual y la ternura radical.
Ahí, con mi comunidad, aprendí la manera más humilde de transgredir al sistema, que es a la vez el acto más subversivo: ser unx mismx. Entendí que yo no era mi género, que yo era un cúmulo de experiencias, gustos, decisiones, opiniones, emociones y reflexiones diversas; que yo era tan infinitamente diversa en mi personal expresión de ser, como infinitas son las personas que habitan y habitarán este mundo. Es decir, que lo que me hace igual a otrx es que somos diferentes. Somos iguales en la diferencia, y nuestro derecho humano es ser libres de vivir nuestra diversidad plenamente, de que se nos reconozca por ello, por nuestra única y diversa forma de ser y no por lo que se nos ha obligado a representar, directa o indirectamente desde el momento en que nacimos.
Me fui reconociendo parte de una comunidad que defendía el derecho de las mujeres y de todas las personas que no son hombres cisgénero (aquéllos hombres cuya identidad de género coincide con el sexo que se les fue asignado al nacer) a ser tomadxs en serio, a no ser discriminadxs. Derecho a que no se nos subestime, que no se nos invisibilice, que no se nos maltrate, que no se nos violente, que no se nos mate. Derecho a que se respete nuestra integridad, pues antes de cualquier diferencia somos seres humanos y como tal debemos ser tratadxs.
Me hice parte de este movimiento y además de asistir a conversatorios, talleres, fiestas, seminarios, conciertos, encuentros, proyecciones, convivios, etcétera, fui participando con mi jarana y mi voz en algunos de estos eventos y manifestaciones y también comencé a dar talleres de jarana en dichos espacios. Un día, mientras bailábamos en un concierto ahí en La Gozadera, Ali Gua Gua, una gran amiga y vieja loba de mar con quien comparto el gusto por el son jarocho, me preguntó: “¿Y pa’ cuándo el fandango feminista?”. Nunca habíamos hablado del tema y ni siquiera tuvo que explicarme nada para que yo entendiera de inmediato lo que tenía que hacer.
Reglas de convivencia: el tejido
Desde que yo era una niña aprendí ciertas reglas de convivencia en el fandango que permiten que la fiesta se lleve a cabo de una manera ordenada y respetuosa. Estas reglas no están escritas, no se reparten entre la gente que acude, no se bajan de internet. Estas reglas se aprenden de la convivencia con diferentes generaciones de fandangueras y fandangueros dentro de la fiesta misma. Son reglas de respeto básico: si hay viejitos o viejitas, deben estar al frente de la tarima; si hay alguien con mucha experiencia o mayor experiencia que tú, debes permitirle pasar adelante; si quieres aprender, debes tocar bajito o no tocar para que puedas escuchar y permitir escuchar a la demás gente; si quieres bailar, debes esperar a que se divierta un rato la gente que está en la tarima antes que tú; si quieres cantar, debes escuchar atentamente lo que se ha cantado para no repetir el verso o para tener de qué cantar pues con cada verso se está proponiendo una temática; si alguien está cantando detrás de ti, te abres para que se acerque y se le escuche; si hay demasiada gente tocando o suena muy bonita la música y tu participación no es necesaria, no tocas y sólo escuchas o bailas, o cantas; si hay público presente, siempre se debe dejar despejado el frente de la tarima para que las personas que estén de espectadoras puedan disfrutar de la fiesta. Y lo que es más importante: siempre se debe prestar mucha atención a lo que pasa en el fandango, a la música, a la versada, al baile, a la interacción de la gente pues de eso se trata esta fiesta. Cada elemento es importante, pues forma parte de un entramado muy fino, y con respetuosa atención se pueden distinguir los dibujos su tejido.
Estas reglas se han ido desdibujando conforme se ha ido integrando a la comunidad, de manera exponencial, más y más gente que está empezando su proceso de aprendizaje ya que, al mismo tiempo, la generación de fandangueras y fandangueros más viejxs y experimentadxs va falleciendo y dejando con su ausencia muchos huecos de conciencia comunitaria, de sabiduría musical y ancestral. Esto, aunado a la violencia creciente y a la ruptura del tejido social, vuelve a la convivencia en el fandango cada vez más complicada, y por ende a la música menos apreciable.
Las mujeres somos seres humanos
El fandango es una fiesta comunitaria, lo que implica que cada una de sus partes es igualmente importante y necesaria para su realización, tanto dentro de la música y el baile, como fuera de ella y toda la organización que conlleva. Este carácter comunitario es lo que ha convertido al fandango en un acto subversivo y una tradición en resistencia. El fandango es por naturaleza incluyente, plural, comunitario y recreativo. Por esta razón, cada vez más y más gente quiere participar de él y se siente bienvenida y cobijada por su encanto. Pero si nos adentramos en este mundo, podemos observar que la realidad es un poquito diferente. Existen jerarquías, egolatrías, habladurías, secretos, discriminación, violencias implícitas y explícitas que son normalizadas o invisibilizadas por costumbre, o por conveniencia de las personas con más poder. Estos problemas, sin embargo, no son exclusivos del fandango ni tampoco lo definen. Son manifestaciones de una sociedad triste, desubicada, humillada y vejada. Es necesario luchar diariamente por cambiar todo lo que nos enferma y oprime: eso implica erradicar la violencia de todas nuestras relaciones personales y de todas nuestras actividades sociales. Una de ellas, claro está, es el fandango.
Dentro de la tradición del fandango jarocho, a la mujer se le exige representar estereotipos muy marcados. Es muy doloroso enfrentar miradas, comentarios y tratos despectivos cuando una no representa o no se ajusta a los cánones establecidos. Y aunque se pertenezca a dichas expresiones de género, de todos modos se sufre discriminación, vejación y violencia, ya que la sociedad es profundamente machista, y en el fandango se perpetúan sus prácticas. Lo cierto es que hasta hace bien poco (pensando en lo antigua que es esta tradición) a las mujeres no se les permitía tocar en público. Dentro del fandango, era mal visto que las mujeres tocaran instrumentos de cuerda y eran pocas las que cantaban, pues no debían destacar mucho en la música. Las mujeres únicamente debían ser vistosas en la tarima, instrumento al que sí podían acceder pues ahí arriba podían ser objeto de cortejo. Así pues, “el rol de las mujeres”, según la visión machista dominante, además de trabajar en la cocina, atender a la gente, alimentarla y ocuparse de la limpieza (entre otras labores, que siempre han sido feminizadas y por tanto, destinadas a las mujeres), era el de servir de “inspiración” a los hombres, que competían entre sí y para ver quién “se llevaría” a la mujer por medio de su versada o su ejecución musical. Esta situación aún persiste y es muy incómoda para las mujeres en general. Persiste dentro de la tradición del son jarocho y persiste también en todas las prácticas machistas de nuestra sociedad en las que no se toma en cuenta el deseo y la voluntad de las mujeres, ni tampoco sus capacidades, su vocación, o su trabajo invisibilizado. El único valor que la sociedad machista, en este caso la fandanguera, le da a la mujer, es el de reafirmar la valía de los hombres.
Actualmente cada vez más mujeres se sienten con la confianza de tocar un instrumento. Sin embargo deben esforzarse el triple que cualquier hombre para ser tomadas en serio. Por ejemplo, si apenas estás aprendiendo a tocar y no eres una experta, algunos hombres y sus amigos dirán que tocas “mal” porque eres mujer; en cambio animarán a seguir practicando a cualquier hombre novato. Si tocas “bien”, lo adjudicarán a que seguramente eres esposa, novia, amante o alumna de algún hombre. Si bailas “bien”, será porque quieres la atención de los hombres. Si acaso una mujer quiere dar su opinión, ya sea hablada o por un medio escrito, se le obstruye, se le invisibiliza, se le ningunea. Si acaso la puede hacer pública, dirán que fue gracias a que un hombre “le dio chance”.
Es momento de que esto acabe. Las mujeres somos seres humanos, siempre lo hemos sido. Siempre hemos tenido voz, aunque no se nos escuchara. Siempre hemos escrito, aunque no se nos leyera. Siempre hemos hecho música. Y siempre hemos pensado por nosotras mismas aunque no se nos haya visto, consultado o tenido en cuenta. No necesitamos la condescendencia de nadie. Exigimos el respeto que merecemos. Exigimos que no se nos juzgue ni se nos invisibilice, exigimos ser tomadas en cuenta y que nuestra voz se escuche y se haga escuchar.
Yo no creo en las jerarquías. Esos códigos de convivencia que menciono están basados en el respeto y respeto merecen todas y cada una de las personas que acuden a un fandango, a no ser que alguna de estas personas le falte al respeto a otra; en ese caso, yo pensaría que se debería accionar de inmediato y en comunidad para resarcir el daño y que el respeto y la integridad de las personas prevalezca por sobre todas las cosas. Viéndolo de esta forma, ¿por qué no hacer un fandango donde se ejerciten las prácticas del respeto?
Primer Fandango Feminista
Habían llegado a mí noticias de los fandangos temáticos y en lo personal me habían parecido una fabulosa idea. Plantée entonces la idea de que el Fandango Feminista fuera un fandango temático, en el cual se priorizara la participación, no de los habitantes de una comunidad fandanguera en específico, sino la de las mujeres y las disidencias sexogenéricas de la comunidad fandanguera en general. En este fandango temático, la principal premisa sería (y aún lo es) la de hacer conciencia de las prácticas machistas que permean el fandango, en todos los niveles y actividades que llevamos a cabo dentro de él. Por ejemplo, si se va a cantar, poner atención en la versada ya que muchos de los versos que se cantan denigran a la mujer o se le trata como a un objeto. Habría que evitar cantar dichos versos, o modificarlos para cambiar su sentido. También habría que utilizar versos que trataran de diversas cosas y no sólo de amor romántico, pues este suele estar permeado de violencias normalizadas. En caso de no ser suficiente el material para versar, habría que componer nuevos versos para cantar en el fandango.
El machismo no sólo se refleja en la versada sino también en nuestro actuar y proceder en el huapango, en la forma en cómo se usa el espacio y el sonido. Así pues, quienes tendrían la prioridad de estar al frente del fandango serían las mujeres. Los hombres que quisieran ir al Fandango Feminista tendrían que dejar de lado su afán protagónico: tal vez solo ir de espectadores, o, en caso de que fueran demasiadas sus ganas por tocar, ponerse en la parte de atrás del fandango, aunque consideraran que “tocan mejor” y que es indispensable que se les escuche más que a nadie. En esta ocasión, lo principal era escuchar a las mujeres, sin importar lo mucho o poco que supieran o su calidad de interpretación. El fandango no existe para medirse los egos, el fandango existe para divertirse en comunidad e insisto en que su carácter comunitario implica el respeto, el respeto implica la humildad, la humildad implica el “no juicio” y no juzgar es un acto de amor.
El fandango para mí, como ya dije, es de naturaleza incluyente, por esta razón consideré necesario que no fuera separatista, es decir, que podía llegar quien así lo deseara con tal de que siguiera los lineamientos del evento de Facebook, que son las sugerencias arriba expresadas. La premisa principal era hacer conciencia de las prácticas machistas y transformarlas en prácticas de respeto. Y la finalidad de este fandango era, es y será, la de hacer comunidad entre las mujeres y las disidencias que participan de esta tradición. Conocernos, valorarnos, hacernos ver juntas y sentir nuestro respaldo, sabernos presentes y sentirnos seguras.
El primer Fandango Feminista se llevó a cabo el 12 de noviembre del 2016 (casualmente coincidió con el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz) en Punto Gozadera. Acordamos que la entrada sería gratuita y que la ganancia del consumo sería toda para el local, ya que este sería un evento sin fines de lucro. Amistades muy queridas vinieron de lejos (como Argelia Ramírez Ochoa) y de cerca (como Anna Arismendez) para apoyar en la organización. Mujeres con las que nunca había tratado se acercaron para ofrecer su ayuda, su tarima (Georgina López Barroso) y sus manos. Llegaron al huapango mujeres que admiro y que no imaginé que vendrían (como Clara Baxin y Lucero Farías), además de muchas más que conocí ahí mismo y que nos honraron con su presencia. Para esa primera edición se convocó a que nos compartieran versos feministas escritos para la ocasión y nos enviaron versada desde diferentes lugares de Veracruz, el resto del país, e incluso del extranjero. Citlali Aguilera instó a que por vía Facebook se propusieran pies forzados y a partir de ahí elaboró un bello, rico y diverso repertorio de versos con temática feminista. Estas voces se hicieron escuchar a pesar de no estar físicamente, pues imprimimos sus versos y los cantamos durante el huapango. La primera mitad del fandango se sintió un espíritu de alegría, entusiasmo y novedad. Nos mirábamos de vez en cuando a las caras con un gesto de emoción y de asombro pues hubo una respuesta entusiasta y espontánea al llamado. Se cantaron versos nuevos y se hicieron más al momento. Bailamos, nos divertimos y nos reconocimos unas en otras.
Al principio hubo discretas y acertadas participaciones de algunos hombres. Pero conforme el tiempo y el alcohol fue corriendo, comenzaron a llegar más y más hombres con claras intenciones de boicotear el evento. Fueron imponiéndose hasta posicionarse al frente de la tarima, cantando y tocando fuerte y echando sus versos misóginos favoritos. Las mujeres, al sentirse desplazadas, comenzaron a irse o a arrinconarse y decidimos, tanto las encargadas del local como yo, terminar la fiesta por la paz. A pesar de este amargo final, quienes acudimos al llamado y disfrutamos la primera mitad del fandango, nos sentimos muy contentas. Fue una experiencia que nos hizo empoderarnos al sabernos presentes, valiosas y capaces de estar juntas si nos lo proponíamos.
Al día siguiente convoqué a encontrarnos de nuevo en Punto Gozadera, una tarde de esa misma semana, con quien así lo deseara, para dialogar y debatir acerca de la experiencia del primer Fandango Feminista. Nadie llegó. Desde luego no faltaron los comentarios en las redes sociales, algunos positivos y otros, la mayoría, negativos, sobre todo escritos por personas que no acudieron y que ignoraban completamente de lo que trataba la iniciativa. No me desgasté leyéndolos, pues no creo en ese tipo de críticas y no considero que lleven a un debate real. Yo creo en el trato directo y en ese momento sabía lo que estaba haciendo, por qué lo hacía y que mis móviles eran y son legítimos: la búsqueda del respeto, la paz y la equidad de género.
Segundo Fandango Feminista
El segundo Fandango Feminista se llevó a cabo el 9 de septiembre de 2017, dos días después del terremoto que afectó el Istmo y diez antes del que azotó la Ciudad de México. Se realizó en Casa Gomorra, un espacio donde vivía una comunidad disidente que llevaba a cabo actividades transfeministas. Era la primera vez que este espacio se abría a la comunidad fandanguera, y como eran amistades mías, accedieron de buena gana.
Andre Ortega, una compañera, que participó con su versada a distancia en el primer fandango feminista, convocó a las que quisieran verse antes del fandango para platicar y tal vez proponer algunos versitos nuevos para cantar. Para esta ocasión se llevó como invitada especial a Patricia Barradas Saldaña desde Playa Vicente: amiga mía, compañera de fandangos, integrante de los Soneros del Tesechoacán y antigua integrante del grupo Hojarasca, agrupación a la que pertenecíamos cuando chicas y que era integrada sólo por mujeres. Para mi sorpresa llegaron también otras tres hojitas llevadas por el viento feminista, Bibiana Pérez Bautista, Argelia Pérez Bautista y Argelia Ramírez Ochoa. Esta vez se pidió una cooperación de diez pesos en la entrada y vendimos torito y esquites para recaudar el dinero del transporte de nuestra compañera y poder darle algo simbólico. Lxs de Casa Gomorra se encargaron de la venta de la cerveza para la ganancia de su espacio.
Acudieron más mujeres a la convocatoria que la vez anterior. Además hubo presencia de la gente asidua a Casa Gomorra que vivían por primera vez la experiencia de un fandango. Esto le dio un carácter más laxo y diverso. En lo personal me sentí más segura de realizarlo ahí, pues contaba con el apoyo de la Casa. La experiencia de compartir con mis compañeras de Hojarasca, con otras amigas que también vinieron desde lejos (como Diana de Dos Amates) y con más mujeres que se veían gozosas, alegres y emocionadas, me hizo sentir empoderada y feliz. Acudió mucha gente. Al principio hubo poca y tranquila participación de hombres. Pero de nuevo, conforme fue llegando la noche, llegaron algunos machitos tóxicos y borrachos a intentar boicotear el fandango. No lo lograron pues ya casi estaba acabando, pero fue difícil correrlos una vez que había terminado el evento. Otra vez no faltó la controversia de lxs internautas a la que volví a hacer caso omiso, pero me enteré de que hubo varias mujeres que salieron en defensa del Fandango Feminista, lo cual me dio mucho gusto.
Tercer Fandango Feminista
Por motivos personales, en 2018 me fue imposible realizar el evento. Pero en marzo de 2019 convocamos al tercer Fandango Feminista, para realizarse el viernes 29, de nuevo en Casa Gomorra. Para este año invité a Ana Zarina Palafox Méndez, gran maestra de la versada, sonera, ejemplo de resistencia feminista en la tradición del son jarocho, a que impartiera su taller “Jugando con la rima” y nos compartiera su método para construir versos feministas y cantarlos durante el huapango. Quedamos en que se llevaría a cabo en Casa Gomorra los tres días previos al fandango y que por esta ocasión sería gratuito y dirigido únicamente a mujeres. De nuevo se cobrarían diez pesos en la entrada y las ganancias de la venta de bebidas, comida y entrada se destinarían a nuestra invitada especial.
Este año, para dicha mía, previo al fandango me encontré con que algunas mujeres comentaban en el evento de Facebook y debatían entre ellas sobre la pertinencia de la asistencia de los hombres a NUESTRO fandango. Me llené de alegría al saber que estas mujeres se habían apropiado ya de un espacio y una dinámica que había sido destinada justo para eso. Poca gente sabía que yo organizaba el Fandango Feminista, así que intervine en la conversación para presentarme y para defender la postura no separatista del Fandango Feminista. Primero que nada quise dejar en claro que no estoy en contra de los espacios separatistas, de hecho en algunos contextos me parecen importantes y necesarios. Si alguna decidía realizar un fandango separatista, yo me ofrecía a apoyarla, pero este fandango no lo era.
Para mí es importante que el Fandango Feminista no sea separatista pues estoy convencida de que la comunidad del fandango es, aunque diversa, una sola y es responsabilidad de todxs llevar a cabo el fandango de la mejor manera posible. Por eso me interesa que las mujeres y las disidencias se sientan seguras al contar unas con otras en estos espacios, y si hay hombres que decidan asistir, que sea de una manera consciente y respetuosa para tender lazos de apoyo y resistencia. A veces la simple contemplación permite el aprendizaje y la reflexión. Pero si asisten hombres con afán de provocar o violentar, es necesario también que juntas y empoderadas, les hagamos frente y les plantemos límites. No todas las mujeres ni todos los hombres son iguales. De hecho, para mí el binarismo de género es la violencia más grande que nos ha infringido esta sociedad. Me es importante que este fandango sea incluyente pues, como yo pertenezco a una minoría LGBTQ+, valoro profundamente la diversidad y las separaciones me trastocan.
La invitación al evento se difundió mucho y la noticia viajó de boca en boca. El taller “Jugando con la rima” fue muy concurrido y muy productivo, y al fandango asistieron una gran cantidad de mujeres, más que en las dos ediciones anteriores. Todas las participantes venían con gran fuerza y energía. La fiesta fue alegre de principio a fin y no faltaron los versos feministas y los coros de protesta en “El Colás”. Las risas y las miradas de complicidad abundaron y la nutrida participación y asistencia me hizo sentir acompañada, respaldada y feliz, como estoy segura que se sintió la mayoría.
Para nuestro regocijo nos llegó de sorpresa Silvia Santos, otra invitada especial -traída por nuestra invitada especial-. Cantante, compositora, artista plástica y sonera de vanguardia que vino a hacer el fuerte a su compañera y a compartirnos sus postales, su música y su presencia. En esta ocasión, y aprendiendo de las experiencias anteriores, para evitar boicoteos machistas, decidí subir a la tarima frecuentemente para explicar de manera clara y respetuosa el propósito y las dinámicas del Fandango Feminista. Así fue como durante todo el huapango, las mujeres se mantuvieron al pie de la tarima y al frente del fandango, siendo mayoría en todo momento. Los hombres que acudieron se portaron a la altura, manteniéndose al margen y disfrutando de la fiesta tranquilamente. Éramos tantas, tan contentas y empoderadas que ninguno se atrevió a transgredir la fiesta. Ayudaron mucho las intervenciones que de cuando en cuando hacía para que se retomaran las reglas del fandango y muy importante fue la presencia de nuestra invitada especial y su compañera de batallas. Ambas, con su experiencia y buen humor, plagaron el fandango de confianza y alegría.
El tercer Fandango Feminista fue una experiencia muy positiva y empoderadora. Varias de las que asistimos continuamos teniendo comunicación y desde entonces hasta ahora se han llevado a cabo diferentes acciones y propuestas acordes tanto por las asistentes a los Fandangos Feministas, como por otras mujeres que hemos resonado en sintonía por la búsqueda de justicia, equidad, paz y respeto dentro de nuestra comunidad fandanguera.
Epílogo
En marzo de 2020 planeábamos realizar el cuarto Fandango Feminista, pero llegó la pandemia por COVID 19 y nos mandaron a confinamiento, así que no se pudo realizar, ni tampoco al año siguiente. Este año lo llevaremos a cabo y espero que sea recibido con la misma o mejor respuesta que la última edición.
Quisiera agradecer a más mujeres que me han apoyado en esto de manera logística, moral o participativa: Ali Gua Gua, Argelia Ramírez Ochoa, Anna Arismendez, Ximena Camou, Citlali Aguilera, Georgina López Barroso, Andre Ortega, Patricia Barradas Saldaña, Bibiana Pérez Bautista, Argelia Pérez Bautista, Teresa Arias, Julia Piastro, Ana Zarina Palafox Méndez, Silvia Santos, Alejandra Cuervo, Sabrina Salem, Fabiola Gaytán, Ana Cruz Martínez, Nathalia Fuentes, Gloria Godínez, Elisa T Hernández, María Fernanda Sánchez Valdez, Alejandra Cecilia Prado y todas las que han asistido y seguido a distancia esta aventura. Para la realización de este texto fue de indispensable ayuda la lectura y corrección de estilo de mis queridas Elisa T Hernández y Julia Piastro a quienes agradezco especialmente.
Revista en formato PDF (v.12.1.0):
Artículo suelto en formato PDF (v.12.1.0):