La Manta y La Raya # 8 / septiembre 2018 ___________________________________________________________________________
Victor Hernández Vaca
Este escrito tiene la intención de presentar una tradición del “viejo mundo” que llegó a Michoacán para quedarse y naturalizarse. Nos referimos a Paracho como pueblo de constructores de instrumentos musicales de cuerda. Lo que pretendemos es un primer acercamiento al oficio de los constructores de guitarras y a uno de los instrumentos de cuerda elaborados antiguamente en la localidad: la guitarra tuá ó guitarra panzona. De igual manera hablaremos de algunos guitarreros que se dedicaban a fabricarla y venderla, principalmente en la región del río Balsas.
Paracho de Verduzco, Michoacán es la cabecera del municipio del mismo nombre y la localidad más grande de la Meseta Tarasca, por sus más de 18,000 habitantes según el censo de 1990. La población esta situada en el kilómetro número 37 de la carretera Carapan-Uruapan, a 147 km de la ciudad de Uruapan. Foco conoceríamos de los antecedentes históricos de la población, de no ser lo que el Lic. Eduardo Ruiz dejó escrito.1 En Paisajes, Tradiciones y leyendas de Michoacán nos dice que los habitantes de Paracho migraron de Pajacuarán, cerca de Chapala, para establecerse en la región en la cima de un cerro que hasta la fecha se conoce con el nombre de Paracho viejo.2 De ahí se trasladó durante las congregaciones de indios adonde actualmente se localiza por mandato del virrey Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey.
El origen de la tradición guitarrera en Paracho
Si del origen de la población poco conocemos, de la tradición que le ha dado reconocimiento y que hoy representa un modo de vida para la mayor parte de sus habitantes conocemos aún menos. Explicar a qué responde que en Michoacán exista un pueblo esencialmente aplicado al oficio artesanal y artístico de la construcción de instrumentos musicales de cuerda aún es un asunto por explorar.
Existen dos versiones al respecto. La que la mayoría de la gente asume como verdadera es la versión que dice que fue Vasco de Quiroga quien legó al pueblo tan armonioso oficio.3 La segunda explicación sostiene que gracias a la familia Amezcua la tradición guitarrera llegó a Paracho. Esta última se expone de la siguiente manera: En el siglo XIX, la gente de Paracho se dedicaba poco a la agricultura, ya que sus terrenos eran poco fértiles. Otros más, trabajaban de obrajeros realizando sarapes, algunos más modelaban la madera en torno, realizando valeros, trompos, yoyos, etc. Las mujeres fabricaban los rebozos y sabanillas y, finalmente, estaban los viajeros y comerciantes. Según afirma la versión de Jhoel Talilla,4 la familia que más destacaba en ese ramo era la de los Amezcua. Francisco Amezcua Faustero, quien siempre llevaba como compañero de viaje a su sobrino Refugio Amezcua, “En uno de sus viajes llegaron a Paracho con la novedad de que iban a fabricar una guitarra, instrumento que habían visto y oído como se tañía en una casa comercial, que hizo una demostración a un posible cliente interesado en comprar dicho instrumento, mismo que ellos habían palpado y que habían quedado prendados por su rara belleza”. Según cuentan, este suceso transcurrió en los años de 1848 a 1850. La ilusión se vio frustrada al ver que su tuá séptima, como fue llamada la guitarra de golpe, no eran fácil de realizar.
Tanto fue su entusiasmo que hicieron un esfuerzo económico y al siguiente viaje compraron aquella guitarra para poder estudiarla más de cerca y así construir una réplica.
Con la tuá original hicieron una copia, la cual entusiasmó a los hermanos y primos de Refugio Amezcua, quienes se unieron con el ánimo de aprender. El taller de laudería había nacido en Paracho. Aquellos entusiastas aprendices hacían pequeñas guitarras que posteriormente llamaron “doceneras”, para luego fabricar las famosas “yucas”. Cuando el constructor realizaba las yucas a la perfección, éste se ganaba el título de laudero y pasaba a elaborar guitarras formales.5
La idea que considera a don Vasco de Quiroga como transmisor del oficio no es del todo convincente por las siguientes razones. En primer lugar el pueblo p‘urhepecha prehispánico no conoció el sonido ni la forma de algún instrumento musical de rasgueo de cuerdas. Segundo, hasta la fecha no se ha encontrado evidencia o testimonio que en Paracho se hayan fabricado vihuelas de arco, o de mano, en los años en que Quiroga llega a Michoacán (1523-1524). El único ejemplar existente en el continente americano es la vihuela de Quito, que perteneció a la santa ecuatoriana Mariana de Jesús. “Esta vihuela fue construida probablemente alrededor de 1625 y según muchos testimonios fue tocada por Mariana hasta su muerte en 1645”.6 Acerca del posible constructor no se conoce dato alguno.
No queremos alterar la idea de que fue don Vasco de Quiroga quien organizó los oficios a través de sus hospitales, pero sí pretendemos enfatizar que, en el caso de Paracho, no fue de esa manera como llegó el oficio guitarrero, pues es difícil que una tradición que no existía en los pueblos prehispánicos fuese adoptada de forma tan repentina. Las crónicas del siglo XVI siempre hablan de que llegaron a la nueva España tañedores de vihuelas, más no dicen nada sobre la llegada de constructores de instrumentos musicales de cuerda.
La segunda versión, la que menciona a la familia Amezcua como pionera del oficio, también puede cuestionarse, pues quien realizó la investigación se basó principalmente en testimonios orales, mencionando como informantes sólo a integrantes de la familia Amezcua. Además, la información sobre la guitarra es confusa, cuando se habla de la guitarra no define el instrumento que refiere, pues se dice que trajeron a Paracho una guitarra tuá, luego se argumenta que era una guitarra tuá séptima, más adelante comenta sobre una guitarra de golpe. Hay que diferenciar que una es la guitarra tuá ó panzona, otra la séptima ó sétima y distinta es la guitarra de golpe. Otro dato que parece poco probable es, según la versión Amezcua, que ellos trajeron la guitarra a Paracho alrededor de 1848-1850, fecha poco convincente ya que la guitarra como actualmente la conocemos define su forma organológica a mediados del siglo XIX. La aportación se atribuye al andaluz, Antonio Torres Jurado (1817-1892).
No es propósito central del texto, sin embargo, queremos proponer una interpretación de forma hipotética y sencilla. La crónica agustiniana de fray Diego de Basalenque nos dice: fue con la fundación (en 1540) del convento de Tiripetío, que los indios aprendieron diversos oficios, por instrucción de maestros que trajeron para tal fin. En referencia a la escuela comenta que, “Los hábiles y buenas voces pasan a aprehender canto llano y de órgano, en que han sido eminentes. La misma curiosidad se tenía para que aprendiesen los demás ministriles de bajones, órganos, trompetas, flautas, chirimías con los demás instrumentos de cuerda como violines, arpas y vihuelas”.7
Es probable que fuera una orden religiosa la que introdujo la tradición de realizar instrumentos de cuerda en Paracho, posiblemente la orden Agustina, pues, al convento de Tiripetío asistían indios de diversos poblados con la finalidad de aprehender algún oficio. Cabría la posibilidad de que entre esos indios haya estado un paracheño, considerando que para el momento de la fundación del convento, en 1540, Paracho ya se encontraba establecido en la región tarasca.8
Existen algunas fuentes que hablan de la guitarra en Paracho. En el libro, México Desconocido, Carl Lumholtz, nos aporta breves pero ricas descripciones respecto de los oficios realizados en la localidad. “Paracho es triste y sus calles parecen desiertas, pero como todos los Tarascos es inteligente e industriosa, lo que particularmente fabrican son hermosos rebozos azules con bordados de seda. La ciudad es igualmente famosa por sus artísticas fajas, así como por sus guitarras, algunas de las cuales, verdaderos y bonitos juguetes sólo tienen pulgadas. Todos ahí son músicos y tienen una guitarra como en Italia. No hay en efecto, en el estado de Michoacán, quien rivalice con los indios de Paracho en este punto”.9
La anterior descripción debió haberse realizado entre los años 1894-1897, cuando Lumholtz visitó tierras michoacanas. Podemos apreciar que el rasgo que más captó el interés de este viajero fue el asunto de los músicos y de las guitarras, al grado que llega a comparar a Paracho con Italia, país europeo de gran tradición laudera.
Otra de las escasas fuentes que tratan sobre Paracho, nos dice: “Paracho exporta violines y guitarras. Antes producía arpas también, en los días dorados de la música en Michoacán. Hacia 1866 fue la edad de oro de la música serrana de Paracho”.10
También el paracheño, Jesús Castillo Janakua, al referirse a la ch’ anaskua (desfile de oficios del día de Corpus) describe, “se trata de artesanos que con pulcritud y orden, con sus estrenos luciendo, muestran, salidas de sus talleres, guitarras séptimas, sextas, requintos y mandolinas, trabajadas en maderas de las más variadas especies; son los del OFICIO DE LOS GUITARREROS DE PARACHO, oficio eminentemente parachense, el de mayor renombre y el que le ha dado fama al pueblo por la alta calidad de sus productos”.11
Las descripciones anteriores, nos dejan ver que Paracho resguarda una tradición enraizada un par de siglos atrás. Desde entonces, siempre ha distinguido al pueblo el oficio de los guitarreros y sus guitarras.
La guitarra tuá o panzona
En la actualidad, es muy raro encontrar un músico que realmente sepa tocarla. Igualmente, es más raro encontrar algún guitarrero que tenga el conocimiento sobre como construirla. Acerca del significado del vocablo “tuá”, poco se sabe, ya que los diccionarios en p`urhepecha del siglo XVI no lo registran, tampoco los diccionarios actuales. Igualmente, parece ser que la palabra tuá no tiene definición en el p`urhepecha actual.
Con exactitud, poco se ha escrito de la guitarra tuá ó panzona, salvo algunos raros trabajos.12 En la colección editada por Julio Estrada, La música mexicana, José Antonio Guzmán ubica a la guitarra tuá, con un periodo de uso entre los años 1521 y 1821. Lo anterior puede ser cierto como periodo de auge, pero no como periodo concluyente sobre su uso y fabricación. La tuá panzona se fabricaba en Paracho, con destino comercial a la región michoacana y guerrerense dela Tierra Caliente, la del río Balsas. En Paracho se armaban y en San Lucas se tocaban y escuchaban.
Indudablemente, la guitarra tuá ó panzona es un instrumento popular de origen colonial, lo anterior podemos constatarlo en el modelo de construcción que presenta. Observando los patrones de construcción de la tuá nos percatamos que su composición y estructura es anterior al siglo XVIII, ya que antes de 1750 la estructura interna de la guitarra no presenta el varataje conocido como abanico que tienen las tapas de las guitarras posteriores a la fecha mencionada. Es difícil realizar comparaciones de la tuá con instrumentos europeos anteriores al siglo XVIII, pues lo que debemos considerar es que la tuá es un instrumento de cuerdas construido en Michoacán. Más compleja resulta la intención de llegar a conocer con certeza al autor ó las razones que explican el surgimiento de varios instrumentos de cuerda amalgamados y naturalizados en Michoacán, como la tuá y el sirincho. La aparición de este tipo de instrumentos, puede provenir de la exigencia de músicos e interpretes, que buscan nuevos sonidos, también puede explicarse por la aportación de los constructores. Igualmente, existe la posibilidad de que fuera de todo gremio reglamentado, los fabricantes al imitar cierto instrumento, terminan produciendo modelos autóctonos.
Pese a que existen guitarras de origen europeo del siglo XVIII13 que presentan exteriormente semejanzas con la tuá, interiormente tienen distintos patrones de construcción, sobre todo en la parte de la tapa y el fondo.
Descripción de la guitarra tuá
Abel García nos dice que las medidas de la guitarra tuá y otros instrumentos coloniales de cuerda varían frecuentemente, debido a que los antiguos guitarreros usaban como medidas para realizar los instrumentos proporciones anatómicas, un jeme (distancia del dedo pulgar al índice) o bien algunos dedos.14 Lo anterior puede ser cierto, ya que las tuás observadas hasta hoy, tanto las de Paracho como las de la Tierra Caliente, varían en proporciones algunos centímetros. La composición de la tuá o panzona es de características muy sencillas. La tapa está construida en una o dos piezas, en ocasiones se presenta extendida sobre el espacio del diapasón de dos a tres centímetros. Tiene dos barras armónicas, aunque existen con tres barras o Uanokuas, una en la parte superior e inferior de la boca, cuando presenta una tercera, se localiza debajo de la posición del puente. En los costados de la boca, de modo vertical, presenta dos barras llamadas refuerzos de boca. La unión de la tapa con los aros o costillas no es exacta, tiene un espacio o margen al aire, igual que los violines y las “yucas”. Los aros o costillas son muy amplios, se unen a la tapa por medio de “dientes”, (madera en forma de pirámide o triángulo) y al igual que la guitarra actual, son dos piezas; la diferencia es la forma de unión por medio de un en ensamble de inglete, no por medio de tacón como la guitarra sexta. El fondo se compone de dos piezas, pues generalmente presenta una abombadura a manera de forma de joroba ó panza, de allí su nombre. El ensamble de las dos piezas que componen el fondo se realiza por medio de tapajuntas o por medio de una cinta de tela, al igual que en los guitarrones actuales. El brazo, palma y zope, se compone de una sola pieza de madera tallada. En ocasiones el zope presenta un ensamble que proporciona la justa medida de los anchos aros. También observamos una tuá con sobrepalma. El diapasón es una chapa y presenta generalmente tres o cuatro trastos de tripa de chivo. Las clavijas son elaboradas de madera tallada. El puente es un bloque rectangular de madera, generalmente muy burdo con poco tallado. La cejilla se realizaba de madera, hoy en la guitarra actual es de hueso de vaca. Comúnmente, la tuá no presenta ningún tipo de ornamentación u adorno, con excepción de la boca, que en ocasiones presenta un tosco decorado. El material usado para la elaboración de cuerdas es la tripa de chivo o cordero, previamente curada con ajo. En Huetamo, el músico y ejecutante de la tuá, don Rafael Ramírez, conoce muy bien la técnica y hasta la fecha elabora sus propias cuerdas de tripa.
Las maderas que se utilizaban para la elaboración de la guitarra tuá ó panzona eran:
Tapa: Oyamel, pinabete o cirimo.
Aros o costillas: Haya.
Brazo: Pino
Las tuás que pudimos observar se componen de siete cuerdas, cinco órdenes sencillos y uno doble,15 aunque Abel García comenta que existieron de seis, ocho, diez y hasta once cuerdas.
Los paracheños en la Tierra Caliente
Hablar de los instrumentos musicales y la música de la región del río Balsas, sin considerar a los artesanos guitarreros de Paracho, es como escribir sobre la tortilla y no referirse al maíz.
La relación comercial que hasta la fecha guardan paracheños con terracalenteños data por lo menos de un par de siglos atrás. Tanto en la Meseta Tarasca como en Tierra Caliente, los ancianos guitarreros y músicos guardan vivos recuerdos unos de otros. Todo parece indicar que fue principalmente en la región del Balsas donde se usó la guitarra tuá ó panzona. Por eso cuando se pregunta a los viejos músicos de Huetamo u otra población cercana sobre la procedencia de sus instrumentos de cuerda, rápido comentan, “eran los indios paracheños quienes venían y siguen viniendo a vender sus guitarras y violines.” Pero, ¿cuáles indios paracheños?, ¿Cómo se transportaban a la región? ¿Dónde llegaban?
La feria de San Lucas o la fiesta de la Candelaria, celebrada el 2 de febrero, es una de las más viejas tradiciones de la Tierra Caliente. La festividad se lleva a cabo desde 1774, siendo la “única en esta aislada zona de la cuenca del Balsas, tan rigurosamente segregada del resto de la república, que aún hasta hace muy poco, en los recientes cincuenta (1950), las costumbres del pasado siglo y éstas a la vez de la colonia, permanecían casi intactas. Personas adultas recuerdan que hasta la década de los cuarenta, la comunicación a las ciudades se hacía por camino real, a pie o en lomo de bestia”.16
Poco antes del 2 de febrero, peregrinos y comerciantes emprendían el viaje a la Tierra Caliente. Entre los que año con año viajaban a San Lucas se encontraba gente de Paracho, quienes incluso tenían un lugar reservado para armar sus improvisados puestos para comerciar instrumentos musicales y otra clase de artesanías de madera tallada o torneada. Las familias paracheñas que más se recuerdan como pioneras de los viajes a San Lucas, son los Herrera y los Amezcua. Año con año estas familias preparaban su carga de violines, guitarras tuás, baleros, cucharas, etc. “Así, los artesanos de Paracho, planeadamente preparaban los detalles del viaje que habría de durar quince días de ida, quince de estancia en San Lucas y, quince días de regreso, ausentándose 45 días en total de Paracho. El camino viejo de Paracho a San Lucas se encontraba rumbo Aranza, Cherán, Pichátaro, Pátzcuaro y Tacámbaro. Todo el camino se realizaba “a pata”, por esa razón, los guitarreros comerciantes se apoyaban siempre de otro viejo oficio, el de los llamados “uakaleros”, quienes por una mínima cantidad de dinero, prestaban sus servicios como cargadores.”17 Este fue otro de los oficios que le asombraron al noruego Carl Lumholtz, debido a las grandes distancias que recorrían los “uakaleros” llevando sobre su espalda pesados cargamentos. “Sus huacales son semejantes a los que se cargan en mulas, pero mucho más grandes y de forma rectangular. Un viaje de Paracho a México exige un mes para ir y volver, siendo la distancia en línea recta de doscientas cincuentas millas, los artículos que acarrea el hombre son, artefactos domésticos, guitarras, cucharas de madera, molinillos, frazadas y jaulas con pájaros cantores, y regresan cargados de mantas y cuerdas de violín y guitarra que, de paso diré se fabrican en Querétaro, con intestinos de chivo “.18
Uakaleros y comerciantes siempre viajaban en grupo como medida de precaución de los salteadores de caminos. Pasados los años cuarenta, con la apertura de caminos, los paracheños ya no tuvieron que realizar a pie el recorrido a San Lucas. Aprovechando el nuevo camino de Huetamo a Morelia, así como los constantes viajes de camiones portadores de ajonjolí de la Tierra Caliente, los de Paracho ahorraban recorrido y cansancio, pedían un buen “ride” o aventón a los camioneros que una vez entregado el ajonjolí, regresaban a Huetamo. A partir de entonces no sólo cada año, sino en otras fiestas como el día de la Candelaria se emprendieron viajes. Las visitas no sólo fueron a San Lucas sino también a Huetamo, Purechucho, y otros pueblos de esa región, pero teniendo como prioridad San Lucas.
En Tierra Caliente y en Paracho se recuerdan los nombres de Jerónimo Amezcua y Pánfilo Herrera, guitarreros que cada año viajaban a comerciar a la fiesta de la Candelaria. Festividad donde los “indios paracheños” ocupaban un lugar importante, al grado que se comentaba “si quieres guitarras buenas, ve a la calle de los paracheños”. La gente de Paracho recuerda que en otros tiempos tenían un espacio preferencial y especial para la venta de sus guitarras. También rememoran el especial recibimiento que se les brindaba en San Lucas. ‘Al llegar la gente de Paracho, junto con los “uakaleros” y toda su mercancía, inmediatamente se dejaba escuchar el repique de campanas y comentarios, pues habían llegado a la feria los indios de Paracho”.19 En el libro: Relatos y leyendas de San Lucas, al describir la feria y las opciones que tenían los visitantes de comprar y vender se relata. “En su recorrido ese visitante anónimo se topaba con la sección de los sombreros en una calle alineados en ambos lados, a pocos pasos estaban los paracheños en hilera con sus puestos copeteados de maderas de muchos colores. Tenían guitarras lustrosas, como para presumir al regreso, las había chiquitas de juguete para los huaches, y hasta grandes y panzonas, violines y violincitos, trompos, valeros, cucharas y bandejas de Uruapan, adornadas con dibujos muy vivos y alegres”.20 En esos tiempos, principalmente se vendían guitarras tuás y violines que, acompañadas de la tamborita, en conjunto armaban el grupo musical para amenizar y acompañar la fiesta y baile de la Tierra Caliente.
Desde el siglo XVIII, por lo menos, los paracheños comerciaron sus instrumentos en la Tierra Caliente. Aunque parece ser que, la guitarra tuá, concluyó su momento de auge a mediados del siglo XIX, cuando comenzó a ser sustituida por la guitarra sétima ó séptima. Existe un testimonio conocido tanto en San Lucas como en Paracho que data de las primeras décadas del siglo XX, mismo que refiere a la manera en que un comerciante paracheño compró una guitarra tuá en la feria de San Lucas a un viejo músico, acontecimiento que permitió nuevamente la reelaboración de guitarras tuás, por lo menos hasta los años setenta. De igual forma, facilitó que algunos músicos pudieran aprehender la manera correcta de tocar el instrumento. La anécdota que se comenta en Paracho coincide con lo que se describe en el libro de Relatos y leyendas de San Lucas, sólo que en este último nunca se conoció quién fue ese paracheño que compró el instrumento construido por el también paracheño Jerónimo Amezcua. Ese personaje fue Silviano Herrera, hijo de don Pánfilo Herrera, viejo guitarrero de Paracho. Silviano, quien desde niño ya viajaba a San Lucas, de adulto aprendió el oficio de construcción de instrumentos musicales de cuerdas por herencia de su papá. Silviano sabía construir diversos instrumentos como vihuelas, arpas, contrabajos y por supuesto guitarras tuás. En uno de sus viajes, compró la guitarra tuá, construida por Gerónimo Amezcua en 1914. La guitarra era propiedad del músico de San Lucas, Rafael Huipio, quien como condición de venta, propuso se le pagara una buena cantidad, además de una réplica exacta del instrumento, Silviano aceptó y compró la tuá, además de realizar una réplica exacta. El instrumento que compró, ahora es propiedad de su hija, Rafaela Herrera Barajas, quien junto con su esposo continuó con la tradición legada por su padre. La tuá que se dió a cambio, hoy es propiedad de don Ángel Huipio, quien vive en Huetamo y es descendiente de una familia importante de músicos, como lo fueron Arcadio Huipio y Rafael Huipio. Así, gracias a la intuición del guitarrero Silviano Herrera, hoy podemos encontrar ejemplares de principios del siglo XX, lo que permite hablar de un periodo de funcionalidad más amplio para la guitarra tuá, ubicándola desde la primera mitad del siglo XVI, hasta la segunda mitad del siglo XX. La ultima tuá qué realizó don Silviano fue en los sesenta por encargo de músicos calentanos.
Actualmente, los paracheños continúan viajando a Tierra Caliente, pero muchas cosas han cambiado. En primera, los viajes ya no son anuales a la Feria de San Lucas, pues ahora se viaja constantemente, ya no sólo a San Lucas y su fiesta, sino a otros pueblos de esa región. Además, el oficio de los “uakaleros” prácticamente desapareció con la apertura de las vías de comunicación y el transporte público. Otros cambios, tienen relación con el recibimiento que se les brindaba a los paracheños, ahora ya no es igual, los de Paracho no tienen un lugar especial dentro de la feria de San Lucas, pues por la calle destinada para los “indios paracheños” pasó el camino federal. Pero sin duda, una de las cosas que han cambiado con el tiempo son los instrumentos de cuerda vendidos, ahora, ya no se comercian guitarras tuás, hoy la venta es de guitarras sextas y violines principalmente. Así pues, la guitarra tuá dejó de venderse y escucharse en la Tierra Caliente. También en Paracho dejó de construirse. Sin embargo, aún existen personas de experiencia que guardan en su memoria el viejo modo de fabricarla y tocarla. Pese a que el futuro de esta guitarra está agonizando, aún no está del todo muerto y es probable que pueda recuperarse.
Notas
1.- Ruiz, Eduardo, Paisajes, Tradiciones y leyendas de Michoacán, Morelia, Balsal, 1971.
2.- Ese hecho puede ser cierto, tomando en cuenta que actualmente existe la costumbre de regresar al sitio cada 21 de octubre, día de la fiesta del santo entierro de Paracho. Donde se representa el éxodo que sufrió la población en la última década del s. XVI. Representa el cambio de espacio geográfico, del cerro. de Paracho viejo al actual sitio donde se encuentra la población.
3.- Storm, Marian, “Ecos de sones tarascos. La música de Michoacán’, en: Ochoa Serrano, Álvaro, Mitote fandango y Mariacheros, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, p. 120. Comenta que fueron Vasco de Quiroga y fray Juan de San Miguel quienes eligieron la población de Paracho para ser el centro manufacturero de instrumentos musicales de cuerda; sin embargo, la autora no explica más, tampoco dice en que se basó para hacer tal afirmación.
4.- Véase: Talilla Jhoel, Remembranzas de una guitarra, mecanografiado inédito, 1996. Copia del texto proporcionada por el Sr. Jerónimo Amezcua, hijo de un afamado constructor de Paracho.
5.- Idem, sin páginas.
6.- Bermúdez Egberto, “La vihuela: los ejemplares de París y Quito”, en. La guitarra española, Madrid, Opera Tres ediciones musicales, 1992, p. 32.
7.- Basalenque, Fr. Diego de, Historia de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán, Morelia, Balsal editores, 1989.
8.- Véase Warren Benedict, La conquista de Michoacán.
9.- Lumoholtz Carl, México Desconocido, Vol. 2, México, Edinal, 1972, p. 377.
10.- Ochoa Serrano, Alvaro, Mitote, Fandango y Mariacheros, México, COLMICH-COLJAL, 2000, p. 44.
11.- Castillo Janakua, Paracho durante la revolución, estampas y relatos (1890-1930), Morelia, Balsal, 1988, p. 56.
12.- Contreras Arias, Juan Guillermo, Atlas Cultural de México, Música, México, SEP-INAH-Planeta, 1988; García López Abel, Las manos que hacen de la madera el canto.
13.- Véase, Varios, La guitarra Española, Madrid, Opera tres, 1992. Al final del libro se presenta un amplio catálogo sobre instrumentos de cuerda desde el siglo XVI, a la actualidad.
14.- García, Abel, Las manos que hacen de la madera el canto.
15.- Gracias a gente de Huetamo y de Paracho fue como pudimos hacer la descripción de la guitarra tuá ó panzona. Principalmente a don Angel Huipio, don Rafael Ramírez en Huetamo, y doña Rafaela Herrera en Paracho, quienes amablemente dejaron “meterle mano” a sus guitarras, y a Misael Medina en Morelia.
16.- Gaspar Avellaneda, Viliulfo, Relatos y leyendas de San Lucas, México, Ed. Garabato, 1999, p.44.
17.- Entrevista realizada a Magdalena Herrera Barajas, hija de don Silviano Herrera (+) guitarrero paracheño conservador y difusor de la guitarra tuá panzona, en Paracho Michoacán en abril de 2002.
18.- Carl Lumholtz. Op. Cit. p. 58.
19.- Entrevista a Magdalena Herrera Barajas, Paracho, Michoacán, abril del 2002.
20.- Gaspar Avellanedo Viliulfo, Op. Cit. p. 45.
(*) Este artículo se publicó: Víctor Hernández Vaca, “Paracho, la Guitarra túa y la Tierra Caliente”, en: Jorge Amós Martínez Ayala, Una bandolita de Oro un bandolón de cristal. Historia de la Música en Michoacán. Morelia, Michoacán, Morevallado / Gobierno del estado de Michoacán, 2004, pp. 219-228.
Revista # 8 en formato PDF (v.8.1.3) :
Artículo completo en formato PDF :
Señor Hernández Vaca,
Buena noche.
Aprecio mucho haya compartido su conocimiento acerca de la guitarra, es un deleite.
Muy bien documentado y muy bien hecho.
Saludos y gracias.
PD. Compré una guitarra con David Hernández Vaca en el local 11 de la Casa del Artesano hace algunos años. Agradeceré sus datos de contacto ya que deseo comprar otra.