La Manta y La Raya # 12 marzo 2021 ________________________________________________________________________
El granero del mundo
Relato de la tradición Tének
(Huastecos de San Luis Potosí)
José Cándido (relator)
Román Güemes Jiménez (entrevistador)
Armando Herrera Silva (edición)
Presentación
En diversas culturas indígenas de nuestro país, el mar y el agua, siempre han estado presentes dentro de su concepción cosmogónica.
En el siguiente relato, contado por el sr. José Cándido, indígena Tének (Huasteco) de la comunidad de Tanjasnec, municipio de San Antonio, San Luis Potosí, podemos advertir estos elementos. Para los Tének, al igual que los mayas, el maíz no sólo es alimento, sino que representa su origen, de aquí que una de las deidades principales para los Tének sea Dhipák, Dios Maíz, quien tiene similitud con Yum Kaax, entre los Mayas. Por otro lado, la tortuga, es uno de los animales que se encuentra en muchas de las simbologías de las culturas mesoamericanas.
Este relato fue registrado en octubre de 1999. La entrevista la condujo el Antrop. Román Güemes Jiménez; la transcripción, corrección del texto y edición del mismo, de Armando Herrera Silva.
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Un día, un arriero de la Huasteca, conducía sus bestias por la sierra y al pasar por el cerro puntiagudo que se llama Huitzmalotépetl, oyó cantar a muchos pájaros, lo cual llamó su atención. El arriero se detuvo a ver por qué tantos pájaros cantaban y hacían tanto escándalo; al momento de asomarse, vio que las hormigas arrieras formaban un camino y salían de adentro del cerro con granos de maíz, lo traían en la cabeza agarrados con sus colmillos. Los pájaros aprovechaban los granos que dejaban las hormigas tirados o regados, entones revoloteaban para comerlos. El cerro era muy alto, tan alto que llegaba hasta el cielo; por ahí es que las hormigas arrieras solían subir a cortar flores en el jardín del Creador.
El hombre muy sorprendido salió y siguió su camino, pero como ya era tarde, llegó a un pueblo, ahí se quedó a dormir. Por la noche, contó lo que había visto en el camino, al pie del cerro. Fue así que uno de los sabios de ese lugar contó que, —hacía muchos años, cuando todo era el principio, el Dios del maíz, Dhipak, y los primeros hombres, guardaron allí el maíz en ese cerro, era como el granero del mundo.
Por esos días casi no había llovido y había mucha hambre. Así, que al oír al arriero, los ancianos se reunieron y decidieron ir primeramente a pedir a los seres divinos, a los Truenos Chicos, a ver si podían ayudarlos a sacar de ahí el maíz. Ellos, como son unos seres muy obedientes, todo el día hicieron la lucha por sacarlo, pero no pudieron. Ya cansados, les dijeron: —ya no tenemos fuerzas, mejor vayan a ver al Trueno Mayor que está en el oriente, donde nace el sol; ahí, en medio del mar es que vive.
Entonces se organizaron los ancianos para ir a buscar al Trueno Mayor para ver si él podía hacer el favor de venir a sacar el maíz que estaba en ese cerro. Fijaron la fecha y salieron; caminaron mucho hasta llegar a la orilla del mar. Pero entonces no sabían cómo hacerle para cruzar y llegar hasta donde estaba El Mayor. Estuvieron ahí llamándolo, hasta que de pronto, vieron venir una tortuga gigante, como del tamaño de una casa. Llegó hasta donde ellos se encontraban parados, se detuvo delante de ellos y se volteó hacia el horizonte, entonces se subieron en su concha y empezaron la travesía por el mar, hasta llegar donde estaba El Mayor.
Cuando llegaron, se sorprendieron, pues era igual que un hombre, sin embargo, era a la vez un ser divino. Entonces El Mayor les dijo, − ¿qué hacen aquí ustedes?, ¿a qué han venido? Los mensajeros empezaron a contar lo que habían encontrado y lo que querían: “nosotros venimos a pedirle que vaya usted a sacar el maíz que han encontrado en un cerro, nuestro pueblo muere de hambre y necesitamos comer”. Él les respondió que ya estaba viejo y cansado; les dijo, —a mi edad ya no tengo fuerzas para caminar.
Sin embargo, los señores no se dieron por vencidos y le insistieron mucho, hasta que lo convencieron de ir a sacar ese maíz. Les dijo, —está bien, sí iré, pero necesito que me traigan una silla y un bastón que esté hecho de esa hierba que le llaman “ortiga”; también le dicen “mala mujer”.
Los ancianos reunieron las cosas que él solicitaba y entonces lo llevaron cargado en las espaldas hasta el pie del cerro aquel donde se estaba enterrado el maíz, ahí lo bajaron. Él se paró y miró el cerro de abajo hacia arriba.
El Mayor subió al lugar alto y con el bastón golpeó fuertemente el cerro y resplandeció un gran relámpago azul y el cerro empezó a arder. Después de eso, el cerro se partió en tres pedazos grandes y salió todo el maíz y se empezó a regar por el mundo. El Mayor levantó con la mano un pedazo de cerro y lo tiró hacia el este; de la misma forma tomó el segundo pedazo y lo tiró hacia el norte, y el último pedazo, con una sola mano lo tiró hacia el sur.
Entonces extendió sus manos y ya con la fuerza del trueno, se fue por el aire hacia el lugar donde él vive en el mar.
Fue de esa manera como el pueblo se pudo alimentar y tuvo semillas para la siembra. Con el relámpago y la quemazón surgieron las diferentes clases de granos de maíz. Con el calor de las brasas, el maíz que estaba hasta abajo se puso morado por la fuerza del carbón, es al que le llaman chulum; luego el anaranjado se quemó un poco menos, siguió el maíz amarillo y el que estaba hasta arriba quedó blanco pues el calor casi no le llegó.
Igualmente los pedazos de cerro que El Mayor arrojó, hoy los podemos ver desde lejos en la amplia región de la huasteca: al este, la sierra de Otontepec y Chicontepec (lugar de siete cerros), al norte la sierra de Tanchipa y el cerro de Bernal, al sur, la Sierra Madre donde vive la gobernadora, Tamazunchale (Tam, lugar; Uzum, mujer y Tzale, gobernar)…
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