La Manta y La Raya # 15 septiembre 2023 ________________________________________________________________________
El son y la muerte
Andrés Moreno Nájera
La música del campesino tuxtleco tuvo una importancia relevante tanto en el génesis de la vida como en su ocaso. Costumbre era que cuando moría un angelito, los músicos se congregaran en la casa del finado para tocar, con la idea de que los niños no se habían divertido en los huapangos y tenían que irse al otro mundo contentos, para que su alma no vagara en las sombras de la eternidad. La música se tocaba pausada, bien marcada y asentada, como una forma de solidarizarse con el dolor que deja la pérdida de un familiar. Los sones obligados eran El Huerfanito, Los Enanitos, El Trompito entre otros, cantándose de vez en cuando.
Con música se llevaba al panteón una cruz hecha con mamón de plátano cubierta de flores blancas, así como coronitas, hojas, ramos y todo lo que se usaba en la ceremonia de la media velada, salían temprano rumbo al panteón antes que saliera el sol.
A los adultos rara vez se les tocaba, solo si habían sido músicos, cantadores o bailadores, y si sus familiares tenían gusto de hacerlo los compañeros músicos se acercaban, tocando en pausado y bien declarado cada son, cantando coplas de cuando en cuando alusivas al momento:
No llores cuando me muera
Ni cuando me veas tendido
Llórame cuando me lleven
Para el panteón del olvido.
No llores cuando me muera
Ni cuando tendido esté
Llórame cuando me arranquen
¡Ay, del corazón de usted!
Para el panteón del olvido
Ahí me conduce tu ausencia
Que me quieras no te pido
Ni que me tengas clemencia
Porque un corazón herido
Muere por la indiferencia.
Escucha mi triste llanto
Ya se ha quebrado mi voz
Y comprende mi quebranto
Que son los deseos de Dios
De llevarte al camposanto.
Si no me quieres hablar
Negra, yo no soy un santo
Si muero me has de llevar
Una flor al camposanto
No me vayas a olvidar.
Le pongo un real a mi suerte
Que esta noche has de llegar
Y apenas comience a verte
Más y más he de cantar
Aunque me lleve la muerte.
Si muerto me llego a ver
Solo te pido un favor
Nunca dejes de poner
Sobre mi tumba una flor.
Antes de partir te aviso
Cuál es la regla de amar
Que si Dios me llama a juicio
No te pretendas casar
Si el Señor me da permiso
Te he de venir a buscar.
Adiós mi tesoro amado
Adiós radiante lucero
De ti, Dios, se ha acordado
Por eso decirte quiero
Ve tranquilo sin cuidado
Que al juicio final te espero.
Campanas tocan a duelo
Van llamando a la oración
El alma que sube al cielo
Se lleva mi corazón
Dejando gran desconsuelo.
No dejaré de quererte
Te lo digo desde ahorita
Si me castiga la suerte
Y tu presencia me evita
De los brazos de la muerte
Te arrancare mi negrita.
Si tu nombre he ofendido
Te pido que me perdones
Y aquí donde estás tendido
Que el cielo silencio impone
Sea tu nombre bendecido.
Hoy le pregunté a la luna
Cómo le haría para verte
No dio respuesta ninguna
El silencio de la muerte
Me brindó como fortuna.
Maldigo la mala suerte
Que a ti te tocó cargar
De los brazos de la muerte
Ya no te pude arrancar
Hoy te vine a saludar
Y por última vez… a verte.
Maldigo mi mala suerte
También mi mala fortuna
Cómo no vino la muerte
Cuando chiquito en la cuna
Por haberte querido
Con esperanza ninguna.
¡Ay! Papá lloro por ti
Le dije cuando murió
Porque la vida es así
Porque de mí te arranco
Mi cielo se oscureció
Cando yo te vi partir.
Mi amor ha sido afligido
Por eso lo doy de prenda
Me vas a dar un recibo
Antes que la muerte venga
Una vez que esté tendido
Harás lo que te convenga.
Si yo me llego a morir
De mi muerte no hagas duelo
Triste te podrás sentir
Y aumentar tus desvelos
Pero nunca podrás decir
Que mi muerte es tu consuelo.
Si yo me llego a morir
Triste quedaran los llanos
Y les digo a mis hermanos
Lástima que me muera
Y me coman los gusanos.
Abrázame fuerte fuerte
Para sentir tu calor
El deseo de quererte
Pudo más que mi dolor
Y los brazos de la muerte.
Si quieres que yo te olvide
Pídele a Dios que me muera
Porque vivo es imposible
Pedirme que no te quiera.
Por el temor de no verte
Nunca te quise dejar
Solo el carro de la muerte
De mí te pudo arrancar
Y de mis brazos perderte.
Mis ojos lloran por verte
Sin poderlo remediar
Tan negra ha sido mi suerte
Que cuando te pude amar
Con el velo de la muerte
De mí yo te vi alejar.
Tanto llegué a quererte
Como nadie sabe amar
Del carretón de la muerte
Loco te quise bajar
Por el temor de perderte.
A Dios le pido la muerte
Y no me la quiere dar
Ábranme la sepultura
Que vivo me han de enterrar.
A los niños le celebraban la media velada a los siete días de fallecido y a los adultos el novenario y de la misma manera se invitaba a los músicos a tocar antes de iniciar la ceremonia litúrgica. Lo mismo se hacía a los cuarenta días en el levantamiento de la cruz y era al cabo de año cuando se despojaban del luto, llegaban los músicos con un ambiente festivo, los familiares ponían la tarima para desarrollar el huapango, entonces se alternaba los rezos y cantos de alabanzas con el baile en la tarima.
En la actualidad el son está presente en los acarreos de imágenes religiosas, que por lo regular es una celebración de cabo de año, manda o de otra índole, en los diversos velorios que se realizan en la zona, conjugándose lo profano con lo místico, pero todos haciendo la fiesta en torno a una imagen religiosa combinando cantos sacros de las rezanderas con música y cantos profanos de los jaraneros.
De esta manera se han despedido a los amigos soneros de este pueblo, a Juan Polito, Juan Mixtega, Clemente Mixtega, Sabino Toto, Manuel Arres, Severo Cortes, Nayo Baxin, Pedro Rosario. Pascual Toga, Chano Toga, Domingo Escribano, entre otros.
Revista núm. 15 en formato PDF (v.15.1.0):
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