La Manta y La Raya # 16 marzo 2024 ________________________________________________________________________
Exploración del Istmo de Tehuantepec
Crame 1774
Archivo General de Indias (Sevilla, España), Estado, 20, N. 6 – 2, f 1 v.
Paleografía: Alvaro Alcántara López, Centro INAH Veracruz.
En el contexto de la geopolítica europea de la segunda mitad del siglo XVIII y de los intentos de las potencias por hacerse del control de nuevos territorios o proteger los que ya poseían, la corona española reactivó un viejo proyecto: la posibilidad de comunicar la costa pacífica y atlántica del Istmo de Tehuantepec. Ésta, que fue una idea proyectada por el mismo Hernán Cortés, tuvo algunos tímidos intentos de realización en las primeras décadas del siglo XVIII que, sin embargo, no fructificaron. Fue en tiempos del virrey Antonio María de Bucareli (1771-1779) que se realizaron dos expediciones. La más conocida fue la encabezada por Miguel del Corral y Joaquín de Aranda por la costa de Sotavento, aunque también alcanzó la costa pacífica del Istmo mexicano [Siemens y Brinckmann, “El sur de Veracruz a finales del siglo XVIII”, Historia Mexicana, Vol. 26, núm. 2 (102), 1976]. La otra expedición realizada en tiempos del virrey Bucareli, previa a la de Corral y Aranda, fue la que estuvo a cargo de Agustín Crame en 1774 y cuyo informe general presentamos aquí transcrito, acompañado de un mapa que tiene la particularidad que la costa pacífica (Tehuantepec) se encuentra hacia el norte de dicha representación cartográfica, mientras que la costa de Coatzacoalcos se observa al sur.
Ambos documentos fueron consultados y reproducidos en el Archivo General de Indias, Sevilla (AGI) a finales del siglo pasado. Con la digitalización documental que ha venido realizando el gobierno español en los años recientes, esta documentación puede ser consultada por cualquier usuario de internet a través del portal:
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Excelentísimo Señor: Muy señor mío, la carta que le escribí a V.E. de[sde] Tecoantepeque estaba algo tañida con el sentimiento de no haberse encontrado, hasta entonces, el camino que pudo llevar la artillería. Salí de aquella villa con este disgusto, y antes de dar la vuelta por el camino que me habían informado, me empeñé en el reconocimiento por la sierra que está 9 leguas de Tecoantepeque y buscando de unos cerros en otros los parajes más aparentes, como si mi idea hubiese sido abrir camino nuevo di, por fortuna mía, no sólo con el camino por donde pudo pasar la artillería, sino por donde efectivamente pasó, siendo prueba incontestable de esta verdad los desmontes repetidos que hallé en las laderas de los cerros para formar camino espaciosos para ruedas, cosa que en estos países no pudo practicarse sino para semejante fin, pues en el camino real, por no dar los indios cuatro golpes de azada, van los pasajeros, al pasar la sierra, con peligro de despeñarse, como sucedió con una de mis cargas y ha sucedido a otros muchos, especialmente cuando hay nortes.
Con el gusto de ésta descubierta seguí hasta la hacienda del Marquesado [del Valle] llamado Chivela, doce leguas de Tecoantepeque y donde ya las vertientes corren para el norte. Después reconocí el camino de que me habían informado, que es más largo y viene también a Chivela, dando vuelta por la venta de Chicapa. Casi todo es bueno y la parte de tierra que atraviesa no es muy elevada y puede componerse.
Cerca de esa venta pasa el río de San Miguel que corre para el sur y cerca de La Chivela, el de Molota que va para el norte, como de vuelta encontrada y la travesía de uno a otro, que es de ocho a nueve leguas es, la mayor parte, buen terreno.
Allí me detuve a examinar sobre la buena disposición que ofrecen, así el terreno como los ríos, para la comunicación de ambos mares y fueron muchas las ideas que nacieron de esta reflexión.
Después seguí mi viaje andando, en lo que es camino, dos días y medio por tierra desde Tecoantepeque y día y medio por agua hasta el Paso de Tacojalpa, que es el paraje donde me embarqué y que dista diez leguas, por el río, de la costa [del Golfo de México, es decir la barra de Coatzacoalcos]. De aquí bajaré a la barra [de Coatzacoalcos] para examinarla y sondearla y concluiré mi viaje reconociendo otros ríos, que se dan la mano con los reconocidos.
Para que Vuestra Excelencia vea las principales resultas de mis reconocimientos las he expuesto por puntos, en papel separado. Es inútil recargar más explicación hasta que Vuestra Excelencia vea el mapa de todo este país.
Para desempeñar la confianza de Vuestra Excelencia me parece que no me ha quedado quehacer, he tardado poco pero tampoco he parado. La noche sería para volver por los parajes que había reconocido y el día para reconocer otros nuevos. Y en fin si Vuestra Excelencia tuviese nuevas órdenes que enviarme podrán tal vez alcanzarme en Tlacotalpa[], donde como en todas partes, uno de mis más vivos deseos será obsequiar a Vuestra Excelencia y lograr desempeñar lo que pusiere a mi cargo.
Nuestro Señor dilate la vida de Vuestra Excelencia los muchos años que deseo y necesito. Cosoliacaque, el 2 de enero de 1774.
2 de enero de 1774.
Agustín Crame (rúbrica)
al Excmo. Señor don Antonio Bucareli y Ursúa [virrey de la Nueva España]
1. Que no sólo pudo pasar la artillería, sino que efectivamente pasó por el camino que he descubierto.
2. Que la artillería, probablemente sólo fue por tierra hasta Malatengo, que entra después en [el] Coatzacoalcos y que aprovechan la estación de medianas crecientes.
3. Que pudo también bajar por el río Saravia, aunque está más distante.
4. Que, en ciertos tiempos del año, así en Malatengo como Saravia, no tienen agua suficiente para dicha navegación.
5. Que bajar la artillería por Goazacoalco es un juguete y que el subir, aunque con trabajo, se lograría también con canoas que deberían hacerse aparentes para el fin.
6. Que el seguir el camino desde Tecoantepeque hasta Goazacoalco, sin servirse de los ríos Malatengo y Saravia pudo practicarse, pero que hubiera sido trabajo costoso y mal entendido para el sólo fin de pasar algunos cañones; y más, debiendo abrir cinco o seis leguas de camino en terreno desigual y bosque muy fragoso.
7. Que si se tuviese la idea de comunicar ambos mares ofrece buena disposición el terreno y aun mejor los ríos, consistiendo lo principal de la obra en comunicar los de Cituna (sic) y Molota que entran en Malatengo, con el de San Miguel o la venta de Chicapa, que corre al mar del sur, siendo el intervalo entre ellos de 8 a 9 leguas, la mayor parte de buen terreno, y aunque hay que atravesar algunas lomas, puede ser que con sola una mina se consiguiera la comunicación.
8. Que de la venta de Chichicapa a Tecoantepeque y a la costa del sur es todo el terreno perfectamente llano y sin obstáculo alguno para establecer la navegación.
9. Que prescindiendo de cualquiera motivo que pudiera haber para establecer dicha navegación, ofrecen las provincias de Acayucan, Tecoantepeque y demás inmediatas muchas ventajas en su recíproco comercio, del cual se podrá hablar por extenso.
10. Que la provincia de Goazacoalco, que fue la más poblada que encontró Cortés, está enteramente despoblada en todo el curso del río e, internándose un poco la población más inmediata, está doce leguas de dicho río, siendo todo lo despoblado excelente terreno.
11. Que en la costa no hay puerto en las inmediaciones de Tecoantepeque, pero que hay buenos surgideros y proporción para formarlo sin gasto excesivo.
12. Que la Barra de Goazacoalco, según los mejores informes es invariable suficiente para fragatas y no muy difícil proporcionarla para navíos, pero que esto se verá bien para informar mejor.
13. Que si se tratase de la expresada comunicación entre ambos mares seguirá como consecuente el pensamiento de establecer por ella el comercio de Perú, reuniendo aun punto todo el comercio de las dos Américas, pensamiento muy practicable, pero sobre el cual y sobre otros puntos no parece necesario anticipar idea.
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